Evidentemente, en toda acción humana están presentes los tres
tipos de motivaciones, pero su peso relativo es distinto y esto es
lo que permite hablar de la calidad motivacional de una persona.
Cuando la motivación trascendente es grande, ella sola se encar-
ga de poner en marcha la acción, incluso en ausencia de recom-
pensas tangibles que no se excluyen ni se rechazan, pero no
resultan imprescindibles como los incentivos económicos, conde-
coraciones, etc. Lo que sí es verdad es que un alto grado de moti-
vación trascendente me impulsará a ser un gran profesional muy
cualificado, no por el propio prestigio sino por las posibilidades
de servir a otros que se me brindan al adquirir esas capacidades
personales y profesionales. Sin embargo, quien carece de motiva-
ción trascendente, es prácticamente imposible que llegue a ella a
partir de las dos anteriores. En efecto: si mi principal motivación
es el dinero y los incentivos económicos, lo que hemos denomi-
nado motivación extrínseca, tal vez comprenda que sólo puedo
asegurarla si consigo ser un buen profesional. Ello es insuficiente
para desarrollar la motivación intrínseca, porque estamos ante un
conjunto de motivaciones que sólo desarrollan las lealtades habi-
tales del dinero, pero abre la puerta para que demos el salto cua-
litativo que nos lleve a valorar el propio trabajo realizado en sí
mismo, con lo que la motivación extrínseca ha dado paso a la
automotivación intrínseca. Para que ahora surja la motivación tras-
cendente, necesitamos dar un nuevo salto cualitativo: descubrir lo
valiosa que es nuestra profesión para servir a los demás y pro-
mover el bien ajeno con nuestras propias acciones, incluso si no
recibimos incentivos económicos, porque obtenemos la satisfac-
ción de hacer felices a los demás con nuestras acciones y dar así
un cauce de expresión a las necesidades afectivas en el marco de
una racionalidad, que no es egoísmo ciego o altruismo ciego y sen-
timental sino búsqueda del bien ajeno sobre la base del altruismo
inteligente y el egoísmo inteligente, que son las dos caras de una
misma moneda: yo necesito de los demás para mi plenitud per-
sonal y los demás también necesitan de mí, por lo que esta moti-
vación racional por motivos trascendentes, que hemos denomina-
do abreviadamente motivación trascendente, no sólo no se opone
al propio desarrollo (= «egoísmo» inteligente) sino que es la que
ha de moverle para crecer en sus virtudes morales, que son las
que le perfeccionan como decisor3. De todo ello volveremos a
ocuparnos a lo largo del desarrollo de este libro.
La dirección de personal en la empresa
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