
A pesar de su enfermedad desde 1651, V
az
de
Acosta se esforzó y preocupó
durante todos y cada uno de los años de su magisterio para que en el coro se cantaran
cosas nuevas que él mismo componía sin ayuda
de
otros músicos, que como
hemos
mencionado anteriormente le sustituían
en
otras funciones de su
magisterio~
permitiéndole dedicar su tiempo casi exclusivamente a la composición.
Las obras en latín que hacía el maestro
de
capilla
se
podían repetir varias veces a
lo largo
de
un mismo año, o en sucesivos años, a diferencia
de
las composiciones
en
vulgar (es decir en castellano) que no se podían repetir,
ni
cantar las de otros maestros
de capilla, ya que debían de ser obras originales de cada maestro.
La
música en lengua vulgar había adquirido en todas las catedrales españolas una
importancia considerable, sobre todo
en
las fiestas
del
ciclo
de
Semana Santa, Corpus y
Navidad50• Así la música que V az de Acosta estaba obligado a componer en lengua
vulgar era muy numerosa, debía ser original y compuesta para cada fiesta, sin que se
pudiera repetir obras de años anteriores, ni siquiera copiarlas de otras catedrales.
Además a estas celebraciones se añadían las fiestas catedralicias extraordinarias
de
Vírgenes, Santos, entradas de nuevos obispos o personajes civiles de importancia para
las cuales el maestro también debía componer música nueva.
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50 LÓPEZ-CALO, J.,
en
Historia de la música española
3..
Siglo XVII (Madrid: Alianza Música, 1983),
p
..
113
señala " ...
fue
en
los albores del siglo XVI cuando
se
inició una costumbre que tendria gran
trascendencia en el desru:rollo de la música en España en los siglos siguientes: la de sustituir los
responsos litúrgicos
en
latín por canciones en lengua
castellana..
Según el primer biógrafo de fray
Remando
de
Talavera, ex confensor de
la
reina Isabel la Católica y primer
ru:zobispo
de
Granada,
fue
éste quien introdujo esta costumbre, aunque, al
pru:·ecer,
no
era solamente en
la
fiesta de Navidad
...
".
VILLANUEV A, C., "Villancico" en Diccionario de la música española e hispanoamericana (Madrid:
Sociedad General
de
Autores y Editores, 2002), p. 921 indica
que
"A fines del s. XVI los villancicos se
hallan, pues, instalados en la Iglesia y muy asentados dentro del culto y
de
los hábitos laborales
...
Esta
rica diversidad
de
los villancicos que la Iglesia acoge
aún
no
tiene una regularización litúi:gica ni
espacial".
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