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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
trante como el periodista y sociólogo Robert E. Park– eran simplemen-
te mecanismos para organizar la charla. O, si se prefiere, instrumentos
para difundir el chisme. Cuando en el París del siglo XVII se pusieron
de moda los salones donde las damas convocaban a sus amigos a tener
un rato de educada conversación, se sintió la necesidad de aportar a
la charla novedades interesantes. Y Théophraste Renaudot, director y
editor de La Gazzette, recién aparecida, descubrió la utilidad social del
diario que había recibido permiso para publicar: animar las conversa-
ciones. Y vio aumentar el número de suscriptores” (20).
Los periódicos, ya desde el principio, estimulan la conversación
entre particulares. Los propios periódicos se encargan luego de recoger
algunos fragmentos de conversación que envían los lectores y publi-
carlos para fomentar nuevas conversaciones, esta vez a través de sus
páginas. Las cartas al director son el testimonio de esta conversación
iniciada en la calle y promovida por el medio, y que continúa como
una conversación diferida entre lectores del periódico que conversan
en lugares apartados unos de otros y, sobre todo, que han redactado
su contribución a la charla en presentes distintos. El periódico anima
la conversación fuera y dentro de sus páginas y una conversación ali-
menta a la otra en una espiral virtuosa de intercambio y participación
ciudadana. Es lo que denomino el doble flujo de conversación.
Los lectores de un periódico conversan en la calle y en sus páginas.
Hay quien ve en esa conversación la expresión de individuos que nece-
sitan una vía de escape. O como dice Wahl-Jorgensen, la conversación
entre ciudadanos y el proceso de escuchar y responder están subsumi-
dos en la provision de un “lugar de lamento” (“wailing place”)34 abierto a
todos los individuos apenados (2001). Prefiero ver en ese intercambio
una conversación civil, como apuntan Hynds y Archibald, y no sólo
un lugar para las quejas (Hynds, 1996: 14-24). Conversación civil es un
buen término. Una denominación que relativiza la relación individual
del lector con el periódico y sintetiza el resultado común y amplio de
estos encuentros en el papel. O en la misma línea, y tocando con las
yemas de los dedos el destino de esta argumentación, las razones de
David Nord cuando afirma que la carta al director provee un registro
de la mínima porción de la conversación de una comunidad.
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34 Este “lugar de lamento” es un término referido por White (1968).