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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
sino también aquéllas que son una crítica abierta contra la ideología del
periódico o la gestión del director” (Santamaría, 1990: 83). Lorenzo
Gomis ha escrito en más de un sitio acerca de esta estrategia cortés y
supuestamente conciliadora: “Por otro lado, la publicación de cartas
críticas con el diario o sus redactores es un signo de la altura de miras
del propio diario y de su categoría” (1991: 91-92). El periódico muestra
su categoría y su flexibilidad publicando cartas que lo critican. Cuando
las cartas contradicen lo que algún redactor ha escrito –y no afectan así
a la totalidad del diario– el director se siente atrapado entre su público
y su equipo. Puede omitir la opinión del lector, puede publicarla, con el
agravio que supone para su redactor, o tentar una solución intermedia
que le acerca a la figura del ombudsman: “El director se encuentra en
medio de las trifulcas entre lectores y redactores. A veces envía una
fotocopia de la carta de un lector en que se alude a algún redactor. Se
entiende que es un aviso de que aquella carta puede ser publicada sin
más explicaciones, pero también es una posibilidad de que el aludido
trate de evitarlo o de conseguir que la carta sea publicada con alguna
nota de la redacción” (1991: 91).
También puede entenderse el poder del periódico como ofreci-
miento de alguna de sus páginas a sus lectores. En este caso el periódi-
co se muestra generoso con quienes lo compran y cede una parte para
que los lectores también participen. Sin embargo, en las razones de
quienes mantienen esta visión virtuosa del periódico se filtra un cierto
paternalismo. Parece que la sección de las cartas más que una cesión
de páginas sea una concesión. No he creído ver en sus opiniones la
necesidad de escuchar a los lectores y de que ellos también puedan
escucharse a través del medio. No hay empowerment. Morán vincula la
generosidad con el coste que el espacio tiene para la empresa: “Nada
más loable que esta exhibición de objetividad por parte del medio. Se
trata de un gesto generoso –cada centímetro cuadrado vale dinero– a
través del cual se pone a disposición de los lectores un espacio para su
público desahogo” (1988: 225). En la definición que propone Abraham
Méndez, la persona que afirma que más cartas le han publicado los
periódicos españoles hasta la fecha, no late el sentido último y el
objetivo de la sección, sino sólo las dimensiones del campo de juego:
la gratuidad del “servicio”. “Los espacios gratis de las cartas al direc-
tor es un servicio que los diarios ponen a disposición del público en
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