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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
Aunque Altman pone ejemplos de narrativa epistolar, la reflexión que
propone resulta de gran utilidad también cuando hablamos de cual-
quier intercambio epistolar.
Otra característica que se puede agudizar en la correspondencia pri-
vada la constituye el didactismo, que, exagerado, conduce al muestrario
de erudición. “Cabe considerar la correspondencia como una deliciosa
educación, que libre y graciosamente, aparentando no serlo –todo lo
contrario del dómine o la pedantería–, sin necesidad de azacanarse de
aula en aula, ni atenerse a inflexibles horarios, nos instruye sobre muy
principales materias” (Salinas, 1993: 47). Este carácter enciclopédico
y erudito se muestra con cierta frecuencia en las cartas que envían los
lectores al responsable del periódico. Son cartas que o bien amplían
cuestiones que han despertado un interés social en un momento deter-
minado, o bien puntualizan, completan o desmienten informaciones
publicadas por el medio.
Finalmente, hay cartas privadas que se han ido deslizando hacia el
terreno del arte. Y cuando se habla de cartas y arte significa que ha habi-
do una intención por parte del redactor en mostrar sus conocimientos
de la disciplina literaria. Cuando las cartas se acercan voluntaria y cons-
cientemente al arte también se acercan a la impostura, a la utilización
de la carta como género. Contradicen su sentido de la privacidad. Ya
se ha dicho antes y el fenómeno viene de antiguo.25
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en el uso que hace Mitsou de la imagen del espejo, por otro lado, mucho más cercano a la opción de
la forma epistolar, es su no narcisismo. Las cartas de Mitsou y Robert, su deseo e incluso sus miradas
especulares se dirigen al otro y no se repliegan únicamente en el yo; el yo se descubre y se desarrolla
progresivamente a través del otro, en un intercambio que es más indiscutiblemente y profundamente
epistolar” (Altman, 1982: 45).
25 “[...] Con el paso del tiempo, se produjo una evolución en la que influyeron factores como la publica-
ción de los grandes epistolarios republicanos, especialmente el de Cicerón, que provocaron un deseo
de imitación y condujeron a la desnaturalización de la carta que, de ser un vehículo de información en
la distancia, pasó a convertirse en ‘obra de arte’, privada de contenido informativo (de ahí la uacuitas
de la que se lamentan algunos escritores) y destinada desde un primer momento a la publicación, con
el consiguiente esmero en la elaboración formal” (Pérez, 1997a: 324).