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sobre la comunicación por carTa
Espejos, erudición, arte
La evolución de las cartas privadas ha dado resultados muy alejados
de la comunicación entre dos personas en tiempos distintos. A través
de las cartas, como si se pudiera ver a través de las hebras de una tela
poco tupida, aparecen también los usos y las costumbres de la sociedad
coetánea a la redacción del texto. Las cartas se comportan como espe-
jos de la vida social, política, económica o cultural. Las cartas privadas
de Cicerón dan muestras de lo que se quiere contar: “En primer lugar,
nos proporciona un espejo fiel, un relato casi periodístico día a día, de
carácter documentario (ya reconocido en la antigüedad por Nepote) de
los acontecimientos que acaecieron en una época tan turbulenta de la
historia de Roma como fue la crisis de la República” (Pérez, 1997ª: 321).
Y también las cartas de Plinio el Joven (60-113 d.C.) suponen “una rica
fuente de noticias casi documentarias sobre la vida romana en época de
Trajano” (Pérez, 1997b: 656). Es esta una de las constantes en multitud
de cartas privadas: transparentar el momento histórico en el que los
redactores decidieron escribir a un conocido. En el caso concreto de
las cartas al director este hecho resulta todavía más determinante. En
cualquier lugar donde la prensa haya incorporado esta colaboración del
público puede rastrearse la historia de la gente como algo complementa-
rio a lo que cuentan los medios. A veces incluso como algo más cercano
y que responde mejor a los auténticos intereses de las personas.
Este espejo orientado a la sociedad interesa en estas páginas. Pero
no hay que olvidar que el autor de una carta también puede girar el
espejo sobre sí mismo. Cuando esto sucede el yo que escribe puede
manifestarse a través de la confesión y de la memoria o a través de un
tipo de relación más dialógica. Podemos estar delante de una escritura
puramente narcisista o frente a un descubrimiento de la personalidad
de quienes intervienen en el escritura de cartas a través de la relación
del remitente con el destinatario. Como cuenta Janet Gurkin Altman,
la relación epistolar en estos casos en los que el espejo está vuelto hacia
quienes se escriben permite un conocimiento del yo a través del otro.24
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24 “La imagen del espejo aparece frecuentemente en el trabajo de Colette, pero generalmente está vincu-
lada al narcisismo […]. Yo afirmaría, por el contrario, que el uso solipsístico, especular de la carta en
La Vagabonde es esencialmente no epistolar y que, en su no epistolaridad misma, dramatiza el rechazo
de la heroína a dirigirse al otro y a ir más allá de la escritura de diario, narcisista. Lo que sorprende