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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
71). Albrecht alumbra algunas características de mayor detalle de las
cartas privadas, que son las que en este estudio interesan, en la Roma
republicana: “La oscilación de la lengua corriente a la altamente reto-
rizada es máxima en las cartas de Cicerón. Según el destinatario y el
tema, el estilo varía en sus matices más sutiles. Criterios para distinguir
el carácter público o privado de una carta son el empleo de cláusulas,
la inserción o la omisión de títulos y de la fecha, el uso de elipsis y alu-
siones comprensibles a un único lector, el destinatario. Las de carácter
principalmente privado son ricas en elementos de la lengua corriente,
proverbios, trozos de frase o citas griegas, adivinanzas y alegorías.
Aparecen palabras creadas sobre la marcha [...]. Las cartas oficiales
llevan títulos y fecha; la más ceremoniosa es la correspondencia entre
enemigos [...]” (1997: 485).
La carta, como forma de comunicación escrita usada por personas
con necesidades y ambiciones no estrictamente literarias, incorporaba
una serie de convencionalismos que facilitaban su redacción. De estos
convencionalismos da cuenta Hester para las cartas del antiguo Oriente
Próximo escritas en arameo o en escritura cuneiforme. La fórmula hace
hincapié en la apertura de la carta, en su cuerpo central y en su cierre.
La apertura contiene el saludo inicial que habitualmente identifica al
destinatario y al remitente. A continuación se sigue con el “deseo de
salud”, que expresa típicamente la esperanza por el buen estado de
salud del destinatario y la indicación de las plegarias realizadas por
el remitente para que así sea. El cierre puede consistir en una simple
palabra, adiós, o puede ser más amplio. En algunas cartas consiste en
un tipo de epílogo que resume los principales temas tratados. Puede
también incorporar saludos para personas distintas al destinatario y,
ocasionalmente, la fecha (2001).
Estas convenciones en lo que respecta a los encabezamientos de las
cartas y a su despedida resultaban absolutamente habituales en la anti-
gua cultura griega y, como veremos, en la romana, y han llegado con
algunas modificaciones hasta nuestros días. En tiempos de Teofrasto, y
según cuenta Doty en su Letters in Primitive Christianity, el filósofo griego
afirmó que desviarse de estas prácticas habituales en la redacción de
cartas describía uno de los rasgos de la arrogancia.
Albrecht aclara las formas convencionales en lo que respecta a las
cartas romanas. “Contrariamente a nuestro uso, el nombre del remiten-
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