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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
dos redactan cartas públicas. Según Duchêne las cartas de los épistoliers
se escriben a vuela pluma, mientras que las de los auteurs épistolaires son
resultado de un estilo más cincelado: “Para decir verdad, a la luz de la
historia de la carta en el siglo XVII, uno se pregunta si la distinción
entre la carta de amor, confusa e impublicable, y la carta alumbrada por
la razón no es más que un caso particular de la distinción general entre
las cartas d’‘épistoliers’, escritas a vuela pluma, y las cartas con el estilo
trabajado de los autores epistolares” (1971: 19). Y Guillén cita el De
conscribendis epistolis de Juan Luis Vives, donde el humanista desenmas-
cara las pretensiones estructurales de la carta y muestra la cara más real,
improvisada y desordenada de la carta: “Algunos pedagogos, cuando
comentan la composición de las cartas, hablan de introducción, narra-
ción, confutación, confirmación, peroración, invención, disposición y
elocución, tomados de los preceptos de los retóricos, lo que es eviden-
temente superfluo y ajeno al contexto. En primer lugar, casi ninguna
carta contiene cinco partes, ni puede esta tierna doncella sostener tanto
artificio” (1998: 203).21
Incide asimismo Salinas por boca ajena, a través de unos versos de
Lope de Vega que aluden a la redacción de la carta: “Las cartas ya sabéis
que son centones, / capítulos de cosas diferentes, / donde apenas se
engarzan razones” (1993: 70). Luego el propio Salinas, ya por boca
propia, repara en la desestructura de los textos de las cartas y redunda
en un tópico de la literatura sobre las cartas (revisable, a todas luces),
esto es, la relación estrecha entre la redacción de cartas y la esencia de
lo femenino: “Me parece que podría añadirse que en su conversar son
las mujeres amicísimas de variar de tema, y prefieren una cierta volu-
bilidad en sus pláticas, que las lleva a deliciosos mariposeos, de idea en
idea, en lugar de insistir sobre una, hasta el fondo, como suele suceder
en los coloquios entre hombres. La carta sirve con docilidad a ese tipo
de discurso” (Salinas, 1993: 70). Afirma Salinas con solemnidad, sin
que le suban los colores por subirse a la silla, que toda conversación
entre hombres tiene una consistencia pétrea y parece que los sujetos
que la practican muestran siempre una tenacidad análoga a la que tuvie-
ron los siete debates que mantuvieron Abraham Lincoln y Stephen A.
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21 Este carácter poco formalizado de la estructura de una carta se reproduce, evidentemente, en las cartas
al director.