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sobre la comunicación por carTa
Senderos relativos
Una de las características específicas de esta conversación diferida
consiste en que el significado final se logra a partir de las aportaciones
del remitente y del destinatario. Y esto es así, porque remitente y desti-
natario constituyen entidades vacías e intercambiables. El yo que redac-
ta una carta se convierte, un tiempo después, en el tú al que va dirigida
la carta siguiente. Este dinamismo en los sujetos da nuevos bríos a la
comunicación a través de la carta y el impulso logrado permite que la
comunicación siga rodando. Esta aportación doble constituye uno de
los pilares del discurso epistolar: un texto doble con un doble autor.
Eso es lo que la distingue de la escritura hecha por una sola persona,
según Altman: la aportación de dos puntos de vista sobre los temas
tratados (1982: 92). Incluso en las cartas al director se produce esta
retroalimentación continua de la comunicación. El lector hace llegar su
carta a la redacción y allí se selecciona para su posterior publicación o
se descarta. Si la carta no se publica el circuito de comunicación acaba.
Probablemente el lector que ha enviado esa carta guardará para sus
adentros un punto de insatisfacción. En el caso contrario, la propia
publicación de la carta se convierte en el mensaje de vuelta que esperaba
el remitente. No hace falta una nueva carta del director de la publicación
a ese lector, la publicación de su carta supone una respuesta suficiente.
Y como hasta ese momento el remitente no va a tener noticia de su
carta, ni el director se pondrá en contacto con él para aclarar los aspec-
tos menos evidentes de su texto (en la mayoría de los casos) debe redo-
blar la claridad para que el director no dude y pueda extenderla al resto
de “tús” que forman la comunidad de lectores del periódico.
En la relación que mantienen el yo remitente de la carta y el tú
destinatario, el yo se moldea en función del tú, puesto que la propia
redacción de la carta requiere una adecuación de sus contenidos al
destinatario al que va dirigida, y el tú se moldea en función del yo, ya
que el remitente explica de primera mano al destinatario cuál es su
punto de vista. Se trata realmente de una relación dialógica en la que un
tú sucesivo es moldeado por un yo sucesivo y viceversa. Para que las
palabras y las ideas de uno y otro se mezclen como si fueran fluidos, la
posición que ambos interlocutores ocupan respecto al otro y respecto
al mundo debe ser relativa. En ese sentido, la permeabilidad del des-
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