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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
la cadena. La carta puede acercar a los ausentes, pero la carta también
se puede convertir en un cortafuego. La carta puede dilatar la ausencia
y el espacio entre remitente y destinatario. En estos casos la carta se
comporta como un elemento de defensa que mantiene las distancias y
las fomenta en vez de acortarlas. La ausencia del destinatario, cuando
la carta es barrera, juega a favor del remitente. Si la carta se usa para
alargar la distancia entre remitente y destinatario y no para reducirla,
la carta se convierte en una arma que protege a quien la usa (Altman,
1982: 16). No obstante, en contadas ocasiones el remitente utiliza la
carta como barrera, lo más normal es que pretenda a través de la carta
acercarse a su destinatario.
La conversación acerca a los interlocutores, las cartas construyen
puentes para fomentar la proximidad. En esa explicación, el estilo del
texto de la carta debe conservar los rasgos de la conversación, la fres-
cura del diálogo. Diversos autores clásicos mencionan esta cuestión:
Quintiliano equipara el género del diálogo y la carta; Séneca muestra
sus preferencias por el estilo conversacional en las cartas; Cicerón afir-
ma que las cartas deben escribirse en la lengua de todos los días. James
D. Hester, experto en religión que ha estudiado las cartas en los textos
bíblicos y en la cultura clásica, concluye que el estilo de la carta debe
ser conversacional y sin afectación. La tradición, desde los estudios
de las cartas en la Antigüedad, subraya el carácter conversacional de
las cartas. El estudioso de los orígenes de las cartas en Francia, Alain
Viala, escribe: “La carta es un sustituto de la palabra, un discurso, en
el sentido definido por Benveniste, es decir un acto de comunicación
que privilegia la manifestación de la relación entre el que escribe y el
destinatario” (1981: 168).
Y lo que en la conversación es prácticamente un continuo fluir de
textos pronunciados sin solución de continuidad por parte de todos
los interlocutores, en las cartas se convierte en una conversación frag-
mentada mediante hiatos. Unos hiatos que aquilatan más el peso de
las palabras y que intensifican esta conversación diferida. ¿Cuáles son
estos hiatos? La separación espacial entre remitente y destinatario. El
tiempo que pasa entre la transmisión del mensaje y su recepción. El
tiempo que transcurre entre el envío de la carta y la llegada, a veces
tan esperada, de la respuesta (Altman, 1982: 189). Y en estos hiatos,
en estas esperas, en estos espacios en blanco se esconde también el
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