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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
“opinión de los lectores” o “correo de los lectores” y no por una
cuestión estética, sino porque las denominaciones paralelas a “cartas
al director”, que esconden esta figura en pos de focalizar a los lecto-
res, traicionan este eslabón fundamental en la comunicación epistolar
en la prensa (la figura mediadora del director que convierte una carta
privada en una carta pública) y confunden al público cuando omiten la
compleja relación privada-pública de las cartas que aparecen en cual-
quier periódico por una más simple publicación de cartas que parecen
redactadas con fines públicos y que, por tanto, no responderían a las
características de las cartas privadas.
El pacto epistolar
Parto de un primer caso, el caso habitual en la correspondencia
privada, en el que el destinatario de la carta es su lector real. Este es el
caso más frecuente en las cartas privadas en las que el nombre del des-
tinatario identifica a la persona que dispondrá del texto en cuanto sea
enviado. Y partiré de este primer caso para seguir la argumentación de
Claudio Guillén hasta que llegue el momento en el que se haga nece-
sario separarse de él y penetrar en un bosque denso. En este punto
de partida, el remitente y el destinatario tienen noticia el uno del otro;
comparten un conocimiento mutuo o quieren compartirlo y tienen
algunas referencias comunes que los acercan. “Es razonable [...] tener
presente la situación en que el escritor de la carta y su lector o lectora
sí se conocen. [...] El autor y el lector se conocen, o han empezado a
conocerse, o tienen noticia el uno del otro” (Guillén, 1998: 188).
En este caso, el tú de la carta y el tú real coinciden; de la misma
manera, para el destinatario también coinciden el yo textual y el yo
real, el remitente. El yo del texto de la carta hace referencia en la
mente del destinatario al redactor de la carta, con su nombre y sus
apellidos. Esta coincidencia entre yo textual y yo real la ha señalado
Philippe Lejeune con respecto a las obras autobiográficas, donde el
yo textual coincide con el protagonista del texto. A esta identifica-
ción, Lejeune la llamó pacto autobiográfico (Lejeune, 1971: 25-30,
72-73). Sigue Guillén la estela de Lejeune y a la manera de éste (1975)
denomina “pacto epistolar” a la identificación del autor de la carta
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