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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
mantiene el sentido de la carta. El censor, en cambio, pretende que las
cartas que atenten de alguna manera, realmente o en su imaginación,
contra el poder político y los valores que encarna no sean publicadas o
se las cercene en su sustancia. Esta situación anómala obliga al remiten-
te a alargar el cuello para buscar el sol, como las plantas. Su tropismo
modifica los textos con el fin de que puedan ser publicados.
Finalmente, incorporo el término “cartas fingidas”, que emplea
Pedro Salinas, para las cartas públicas. Por cartas fingidas se entiende
aquellos textos de carácter literario que se visten con las formas de la
carta, pero que no han sido escritos para mantener correspondencia
con nadie, sino para exponer razones a todos. Las cartas fingidas son
las cartas públicas.
Cartas privadas difundidas públicamente
Según esta descripción, las cartas al director se sitúan claramente
como cartas privadas, pero que se difunden públicamente. Se ha dicho
que se trata de un tipo de cartas extendidas. Son cartas que se hacen
públicas pero cuyo contenido y cuyo tono son los de una carta privada
(se verá en el análisis de su lenguaje, de su extensión, de su tono, del
papel del yo del emisor). El interés que alcanzan para el director de
una publicación o para quien realice la selección estriba esencialmente
en aspectos que las contraponen a cualquier carta pública: ni el yo del
redactor tiene especial relevancia –de hecho, queda descartada la carta
que subraya la presencia de quien la escribe–, ni el estilo tiene volutas,
ni la planificación y la estructura del texto denotan una escritura profe-
sional con fines públicos. Las cartas que reproducen las características
de una carta pública suelen quedarse al margen de la selección para su
publicación, a menos que una firma conocida las ampare.
Aquí vale la pena apuntar que, a semejanza de cualquier relación
epistolar privada entre dos personas que, por muy conocidas que pue-
dan ser públicamente, en el momento de intercambiar cartas se com-
portan como cualquier otro ciudadano, el carácter anónimo que tiene
el autor de una carta publicada por un medio. No quiere esto decir
que no vaya firmada la carta, sino que el nombre de la persona que la
escribe suele pasar inadvertido para quien la lee. Los firmantes de las
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