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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
el consentimiento de quien las envió. En ocasiones se espera a que el
remitente haya muerto para evitarse problemas con él. En los casos
en los que el remitente tiene previsto dar su consentimiento, suele
suceder que lo que tiene previsto es dar a imprenta las cartas aun antes
de escribirlas. Este tipo de cartas que se arrebatan del círculo íntimo
(círculo mínimo, como se verá más adelante) para ofrecerlas impúdi-
camente al público (aunque asistan a quien las ofrece mil razones) se
sigue leyendo como carta privada, por eso las denomina Salinas “cartas
traicionadas”: “[...] la carta privada, hecha pública; las correspondencias
íntimas, impresas y entregadas al mercado. [...] El hecho de que alguien
publique las cartas particulares no las hace cartas públicas, no cambia
su naturaleza, ya que la base distintiva, la intención del autor, no queda
afectada en lo más mínimo por la publicación. Melodramáticamente
cabría llamarlas cartas traicionadas” (1993: 39).
Otra opción que tiene el destinatario de una carta es leerla a un
grupo reducido de allegados. En este caso la situación varía mínima-
mente. No son dos, sino algunos pares más, los ojos que seguirán la
caligrafía del amigo o los oídos que asentirán a sus palabras. Propongo
bautizarlas, à la façon de Salinas, como cartas extendidas. Las cartas al
director son un tipo de cartas extendidas. El lector habitual o espo-
rádico de un periódico envía su carta al director para que este tome
la decisión de publicarla en su medio. Si el director decide publicarla,
extiende al público de su periódico los contenidos de la carta. La carta,
no obstante, la ha escrito el remitente dirigida al director y esa exten-
sión no modifica su carácter de carta privada, aunque –como afirma
Altman– se adentre en un nuevo dominio público: “De hecho, cuando
las cartas empiezan a circular entre varios lectores se atisba el paso del
dominio privado a un dominio más público” (1982: 106). Las cartas
extendidas en ningún momento dejan de ser cartas privadas.15
Roger Duchêne cuenta un caso que refleja este asunto de las cartas
extendidas.16 En el año 1650 Pinchêne dio para su publicación las cartas
que había escrito su tío Voiture. Pinchêne preparó una selección de
cartas de acuerdo con los destinatarios a los que habían sido enviadas
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15 Las consecuencias que provocan las cartas extendidas respecto al destinatario se tratan en “La fe del
cartero”.
16 Tal como lo cuenta Duchêne parece que se trata de un caso de cartas extendidas. También podría
tratarse de uno de cartas traicionadas.