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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
cadas varía en función del alcance geográfico del medio, de la difusión
que tienen sus ejemplares o de su especialización. En principio, cuanto
menor sea la difusión o más especializado sea el medio más posibilidades
tiene un lector de que le publiquen una carta. También tiene más posibi-
lidades si se trata de un medio local. En el caso de cabeceras de prestigio,
el número de cartas publicadas desciende. Por ejemplo, la revista Time
publica sólo el 3% de las cartas recibidas; el diario El País, el 4%.
El periódico decide qué cartas publica y para ello tiene en cuenta
el sentido de la sección. Por un lado, la sección de cartas se comporta
como un elemento de relaciones públicas del periódico con su públi-
co. Esta explicación no excluye otras, como que la sección funciona
como una válvula a través de la que los lectores pueden encauzar sus
preocupaciones sociales o sus quejas. Quejas que pueden versar sobre
distintos aspectos de la realidad y sobre el propio medio. Por eso, los
periódicos tienen aprendido que las cartas contrarias al medio también
deben publicarse. Esto demuestra una preocupación de los periodistas
por lo que les dice su público y aumenta la vinculación emotiva del
público hacia el medio.
Aunque son pocas las cartas que se publican y no son demasiadas
las personas del público de un diario que envían cartas, la sección
representa los intereses de los lectores. Esto se demuestra en que los
lectores siguen adquiriendo el periódico –la confianza se pone a prueba
día a día en el caso de los diarios– y en que, cuando un lector no está de
acuerdo con lo que se está diciendo también escribe cartas para mos-
trar su desaprobación –o deja de comprar el diario, con lo que rescinde
su confianza con el medio.
Las razones de la selección que realiza el diario tienen
una base profesional
Para que las cartas efectivamente sean portadoras de verdades, el
director de un periódico –o el responsable de la sección– realiza una
selección en la que comprueba que el remitente sea quien dice que es y
para ello exige que las cartas se acompañen de los datos de su autor y
avisa que pueden ser comprobados, y que el medio no se compromete
a tener un comunicación posterior con el remitente de la carta.
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