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conclusiones
la carta habla un yo directamente a un tú, sin intermediarios, sin más
interferencia que una escritura confusa o una caligrafía enmarañada.
Esta autopista de la comunicación que es la carta puede sufrir los
embates, a veces inconscientes, de la restauración ética y estética del yo
que escribe sobre su identidad. Pero puesto que para poner en marcha el
proceso de comunicación por carta debe existir un lugar previo de cono-
cimiento o de reconocimiento entre remitente y destinatario no resulta fre-
cuente que las cartas transgredan reiteradamente el territorio de la verdad.
Las cartas al director responden a un tipo
de cartas privadas, no públicas
Aunque las cartas al director son cartas publicadas para alcanzar a
un público amplio, no son –como podría parecer– cartas públicas. No
responden a ninguna de las características constitutivas de las cartas
públicas. Ese ha sido un error en el que se ha mezclado, al hablar de
las cartas al director, toda la tradición de las cartas públicas: desde las
conocidas de la antigüedad a toda la literatura epistolar posterior.
Las cartas al director son cartas privadas. Las cartas al director son
un tipo de cartas extendidas. ¿Qué es un carta extendida? La carta
que el destinatario ha recibido y que lee en voz alta a un amigo o a un
grupo de su confianza. En el caso de las cartas al director, el lector de
un periódico envía su carta –una carta privada– al director para que
este tome la decisión de publicarla en su medio. Si el director decide
publicarla, extiende al público de su periódico los contenidos de la
carta. La carta, no obstante, la ha escrito el remitente dirigida al direc-
tor y esa extensión posterior no modifica su carácter de carta privada.
Puede afirmarse que las cartas al director son un tipo de cartas privadas
extendidas al público del periódico.
Los lectores envían cartas pero el medio decide
qué publica
La última palabra en la publicación de las cartas en un periódico la
tiene siempre el responsable del periódico. El número de cartas publi-
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