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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
Las cartas privadas reproducen un conversación por
escrito
Las cartas privadas necesitan siempre del otro. La carta presupone
siempre a esta segunda persona, de la misma manera que un maestro
requiere un alumno para poner en marcha su potencialidad. Esa es
la conversación que activan las cartas. Una conversación sincera que
se decanta más por la transparencia que por el cuidado del estilo. Y
una conversación entre ausentes. Una comunicación que atraviesa el
espacio pero que se realiza en tiempos distintos. La carta es, desde este
punto de vista, una comunicación en el tiempo.
La carta hace presente al ausente. En la carta la ausencia del desti-
natario no es absoluta. Como si el texto de una carta fuera un conjuro,
las palabras van borrando su ausencia y lo van haciendo presente línea
tras línea. Pero el destinatario sigue estando lejos y las frases de una
carta pueden facilitar la comunicación total o ser el vehículo de la total
incomprensión. Las cartas son el puente que facilita el diálogo. Pero
este diálogo, que en la conversación es un fluir de textos que van y
vienen sin interrupción, en las cartas se convierte en una conversación
fragmentada mediante hiatos. Las palabras que el remitente envía no
tienen respuesta inmediata, sino que la respuesta se hace esperar, la
conversación se interrumpe. Estos hiatos, las esperas, intensifican esta
conversación diferida.
No queda más remedio que esperar, puesto que las cartas son un
conversación en el tiempo y una conversación escrita y no hablada. Y la
carta, como toda escritura, constituye un comunicación en la ausencia
del otro que se produce en tiempos distintos: el tiempo de la redacción
y el tiempo de la lectura, y, en medio, el tiempo de la espera. Y es que
conversación y escritura son los materiales de los que está compuesto
el núcleo del problema epistolar.
Las cartas privadas se construyen sobre la verdad
El peligro consciente para no decir la verdad en una carta es no
querer decirla: la voluntad manifiesta de mentir, que se puede dar en
la carta y en cualquier otro formato de conversación. No obstante, en
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