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sobre la comunicación por carTa
Dentro del sobre permanecen doblados los papeles que sólo han
de ver los ojos del destinatario de la carta. En el sobre viajan infor-
maciones y opiniones del remitente. La fuerza de las cartas privadas
radica en la comunicación transparente entre dos personas, aunque sea
únicamente el destinatario quien pueda aprovechar esas informaciones
y opiniones. Marie-France Silver y Marie-Laure Girou Swiderski sacan
a colación la fuerza de las cartas privadas redactadas por mujeres en un
tiempo en el que las mujeres no podían participar en ámbitos mayores
que el privado. “Las escritoras de cartas parecen haber comprendido
que la carta es acción. Y ellas entienden que esta actividad debe ser
real y eficaz, más que nunca cuando se ejerce en los dominios donde
cualquier otra acción está prohibida, como la política o la ciencia.” Y
prosiguen insistiendo en las posibilidades de actuar que permiten las
cartas a las mujeres. “La carta se convierte de este modo en medio
posible de acción sobre lo real. Escribir su vida es ya cambiarla, escribir
sobre lo real es actuar sobre ello. Así la carta, que busca encerrar en el
prisma de una visión personal todo el peso de la realidad, comienza a
modificarla, sobre todo si se publica” (Girou, 2001).
La carta es acción, dicen Girou y Silver. Y si se decía que el significa-
do de una relación epistolar siempre se desentraña de manera dialógica,
puesto que las cartas de un remitente influyen en un destinatario y vice-
versa, también hay que añadir que la carta, dirigida tan directamente a
alguien, siempre acaba teniendo un cierto efecto conativo. La carta es
ciertamente acción. Y no sólo una acción de carácter privado, sino que
puede constituirse en un sucedáneo de la acción pública, puesto que la
acción epistolar permite decir en voz alta a otro lo que no puede decir-
se en voz alta a muchos. Y pienso en la censura y en cómo burlarla a
través de las cartas.12
Frente a la realidad de las cartas privadas, aparecen las cartas públi-
cas, que, en el caso de la antigua Roma, fueron mucho más frecuentes
que las privadas, puesto que fue una civilización que se volcaba hacia
lo colectivo y en la que la comunicación con la comunidad resultaba un
asunto crítico. Aunque también es cierto que la línea que separaba una
carta privada de una pública era en ocasiones capilar, puesto que nada
impedía que una carta enviada a un destinatario concreto fuera leída
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12 Sobre esto se hablará en el capítulo “Las cartas al director en tiempos de censura”.