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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
Hester sitúa el uso de las cartas privadas en el ámbito de la familia11 y
de los negocios, y aclara que las personas que no eran capaces de escribir
sus propias cartas recurrían a la labor de secretarios que las escribían por
ellos (2001). Mucho más cerca de nosotros en el tiempo, el poeta Pedro
Salinas alude en El Defensor a la función de los secretarios, y más con-
cretamente a aquellos, como el prolífico Lope de Vega, que practicaron
el “mester de tercería” y extendieron al papel la función de la alcahueta.
Y rememora también la figura del memorialista (“evangelista”, como
él mismo cuenta que lo llaman en México), secretario del vulgo: “Ante
esa tremenda queja del ‘quién supiera escribir’ ha brindado años y años
su remedio el seráfico memorialista, verdadero ángel de analfabetos, si
caído por la desestima de la sociedad en ínfimo rango, como última y
degenerada forma del secretario, llegado en cambio, por el ejercicio de su
misión de caridad con los humildes y desvalidos de palabra, a lo más alto
en la escala de los respetos y la admiración” (Salinas, 1993: 85).
El propio Salinas propone una definición para las cartas privadas
y para las cartas públicas: “Lo que las diferencia radicalmente es la
intención del autor: intento en ésta [la carta privada] de ser para uno, o
para unos escogidos pocos, si así lo quiere el que la recibe. En aquélla
[la carta pública], intento de hacerse pública, de alcanzar a todos, sin
distingos” (1993: 39). Esta definición pone el acento sobre la intención,
y esta intención va a tener un reflejo en el tipo de escritura que se prac-
tica en un caso y en el otro. Y no sólo en la construcción del texto se
transmite la intención del remitente, sino que las formas externas de la
carta se impregnan de la voluntad del autor. Y así, las cartas privadas
corren cerradas y solamente desvelan su contenido a la persona que
responde a las señas externas de la carta. “Ese designio de intimidad,
esa voluntad de pudor, que son sustancia misma de la carta pura, está
expresada materialmente en las precauciones que se toman para que
nadie, sino el deseado, pueda leerla, desde las ataduras y los sellos de las
tablas romanas al sobre moderno” (Salinas, 1993: 37). Por el contrario,
las cartas públicas ven la luz en el mismo momento de abandonar la
mesa en la que fueron escritas.
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11 En el ámbito de las cartas de familia, las que escribió Cornelia, madre de Tiberio y Cayo Graco, a este
último son las primeras cartas privadas que presentan un tono íntimo y constituyen, además, “el único
ejemplo de prosa femenina romana pagana que nos ha sido transmitido, así como la primera muestra
de prosa escrita por una mujer en cualquier lengua” (Pérez, 1997a: 319).