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sobre la comunicación por carTa
de distinguir entre las cartas que representaban una ‘conversación’ de
las que eran conscientemente ‘literarias’. Y trató también de distinguir
entre las cartas que provienen y enlazan con la ‘vida real’ de aquellas
otras que reflejan tópicos universales explicados a públicos amplios”
(Hester, 2001). Esta distinción entre carta y epístola en función de si su
intención es ser leída en privado o en público es tradicional y también
se encuentra en “Defensa de la carta misiva y de la correspondencia
epistolar”, de Pedro Salinas (1993: 38).
Pero en la tradición de la carta en la cultura romana aparece con
radical claridad la distinción entre las cartas privadas y las cartas
públicas. Así lo explica Leonor Pérez en su “Epístola en Roma. Siglos
III-I a.C” y de su texto se pueden recuperar algunas conclusiones:
“Aunque desde muy antiguo se estableció una variada tipología,
fuertemente influida por la retórica, la distinción fundamental era
la existente entre cartas privadas [...], intercambiadas por dos inter-
locutores sin interferencias de terceras personas, y cartas públicas
(oficiales, informativas, de arte, etc.), dirigidas a un destinatario más
amplio y que pueden ser leídas sin violar el secreto epistolar” (Pérez,
1997a: 317).
Este es el terreno de juego partido en dos mitades: la de las cartas
privadas, donde se relacionan dos personas sin ninguna interferencia
de nadie más, y la de las cartas públicas, donde el emisor es consciente
de que quiere llegar a un público amplio. En cada una de estas parce-
las de juego las reglas son muy distintas. Cicerón nombra una: que las
cartas públicas están escritas con un estilo más refinado que las cartas
privadas. Pero este mayor refinamiento es la punta de un iceberg de
dimensiones colosales.
La carta privada, y lo afirma el propio Cicerón, pero también
Séneca y Plinio, reproduce una de las partes del diálogo como la
conversación entre amigos y, por tanto, resulta indicado que el inter-
locutor se exprese de una forma breve y clara, así como que adecue
el argumento a la persona del destinatario. Luego Cicerón detalla: la
confidencialidad de sus contenidos implica tanto la libertad de expre-
sión por parte de quien emite la carta como el secreto de divulgación
por parte del destinatario, su estilo se caracteriza por el uso del sermo
cotidianus y de determinadas fórmulas de saludo y despedida (inscriptio,
subscriptio) (Pérez, 1997: 317).
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