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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
Pero, mi hermano Juan Antonio Camacho, no es esto lo que en serio
me importa. Ya El Ciervo ha señalado cómo el libro del P. Ramírez no es
sino un nuevo episodio de una vieja cuestión: la actitud de los católicos
ante Ortega. Ésta, añado, no es sino un ejemplo de otra más amplia y
más importante, a saber, la actitud de los católicos ante la ‘cultura secular’
-expresión que recojo de Laín” (EDUARDO CIERCO, “Ortega y los
católicos”, El Ciervo, 71, 15).
Nótese en esta última aportación el modo que tiene el lector de
dirigirse a su interlocutor utilizando un lenguaje religioso (“hermano”),
iterado en algunas cartas tanto referentes a este debate como a otros.
No acierta, sin embargo, en el nombre del interpelado: Juan Antonio
por José Antonio. El mismo autor de la carta ve publicada otra en el
número 75 de la revista:
“Construyamos pues el Sr. Ramírez ha empezado ya a hacerlo en la parte
más fértil, más fecunda de su carta, al pedir que se actualice nuestro apos-
tolado intelectual. [...]
Mas, por favor, no malentendamos. ‘Conquistar’ no quiere decir ‘atribuir-
nos’. El Sr. Ramírez, a propósito de Ortega, lo anticipaba muy bien; ‘tam-
poco podemos reivindicarlo como nuestro los católicos: sería deshonesto
e inútil’. [...]
Amigos de El Ciervo: ¿Qué tal si de todo este furor en torno a Ortega des-
pertamos a una serena meditación fraterna sobre estos otros, más autén-
ticos, problemas?” (EDUARDO CIERCO, “Apostolado intelectual”, El
Ciervo, 75: 15).
Con la carta de M. A. Fiorito termina el diálogo sobre Ortega y los
católicos.
“Os remito, con referencia a las cartas de Fray Rosendo Mascarell (núm.
74) y del prudentísimo señor de Badalona que firma J. M. Fiorito sobre
el libro ‘La filosofía de Ortega y Gasset’, del P. Santiago Ramírez” (M. A.
FIORITO, S. I., “Observaciones”, El Ciervo, 77: 15).
Otras cartas intervinieron en este mismo tema, pero por no hacer
referencia a otras cartas publicadas con anterioridad no se han recogido
en el tratamiento de la retórica del diálogo.
En una revista como El Ciervo, en la que el talante cristiano se hacía
presente con frecuencia, no podía faltar el diálogo en las cartas de los
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