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las carTas al direcTor en Tiempos de censura
Las diferencias que Urrestarazu señala entre vascos y castellanos no
vienen a cuento ni las que señala entre grupos étnicos de otros países,
pues están siendo superadas y con el tiempo quedarán completamente
superadas: [...].
Ojo, amigo Urrestarazu, con los separatistas y mucho ojo con los separa-
dores, los dos son malos para España y para la futura patria común, Euro-
pa” (A. K. “Renunciar, sí; renegar ¡jamás!”, El Ciervo, 104: 10).
“He leído la carta del señor Urrestarazu publicada en el Apartado del núme-
ro de febrero en la que expone su opinión muy particular sobre un tema que
a mi entender no debería ser tratado en notas o cartas de poca extensión [...].
De todas formas, ya que la cosa no tiene remedio, me permito la libertad de
rogarte des cabida en el mismo Apartado a mi modesta opinión sobre el tema
de referencia, sea al menos de momento, para contrarrestar la del señor Arres-
tarazu (sic) de la que con todo respeto, disiento totalmente. [...]
Acepto el universalismo planetario del señor Santamaría aludido en su carta;
por el contrario no acepto su criterio sobre el mismo que según mi parecer
consistiría en convertir al hombre en un puro instrumento mecánico sin
arraigo en ninguna parte” (R.VIVES I FAIG, “Las diferencias enriquecen”,
El Ciervo, 104: 10).
En el número 106 de la revista, el redactor del artículo origen de la
controversia pide un diálogo más cercano que el que pueden propor-
cionar las páginas de la revista con el Sr. Urrestarazu.
“Ahora bien –repito– cuando un señor se erige en argumen-
to, presentando su propia vida, su propio caso, como base
de su argumentación, se trata de una cosa muy seria. [...]
Para poder seguir este diálogo sería necesario por tanto que el fingido o
real señor Urrestarazu, estudiante o no, con padre con fábrica o sin padre
con fábrica, hiciera acto de presencia de modo más real” (CARLOS SAN-
TAMARÍA; “Cuando un señor se erige en argumento”, El Ciervo, 106: 7).
Carlos Santamaría supone que el firmante de la carta no es quien
pretende, puesto que en la misma explica cómo, a través de los datos
facilitados por la propia revista, ha intentado ponerse en contacto con
el Sr. Urrestarazu sin conseguirlo. Tal vez la carta estuviera firmada con
un pseudónimo, o bien las señas no correspondían al autor de la carta.
Como se ha dicho con anterioridad, sólo se pedían a los autores de las
cartas su nombre y su dirección, y sólo en aquéllas que pudieran ser
explícitamente comprometedoras se contrastaban las señas.
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