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las carTas al direcTor en Tiempos de censura
ña en sí la frase ‘cumplimiento del deber’” (P. ROSET DE CERVELLÓ,
“Cumplimiento del deber”, El Ciervo, 113: 15).
Se cierra la discusión con una respuesta de Manuel Requena a la
carta de P. Roset de Cervelló en el número 115 de la revista.
“A ruegos de la señora P. Roset de Cervelló, de Barcelona (El Ciervo del
mes de marzo), voy a aventurar una opinión del sentido del deber, tal
como la entiende un hombre de la calle. Quiero con esto decir que me
libraré mucho de dar a mis palabras una intención dogmática y que, por
supuesto, estoy dispuesto a rectificar en aquello que se me demuestre estar
equivocado” (“El sentido del deber”, El Ciervo, 115: 10).
Con esta carta terminaba la polémica suscitada por el caso
Eichmann. Añado en las siguientes líneas el ejemplo de una carta
que responde a otra, pero que, a diferencia de las anteriores, no creó
debates en los que participaran varios lectores. Se incluye aquí porque
muestra a las claras una de las funciones ejercidas por este diálogo
entre lectores. Esta función, apreciable también en las cartas que se han
clasificado como cartas de participación, tiene que ver con el hecho de
expresar opiniones diversas que la censura no hubiera, probablemente,
permitido que fueran realizadas por la propia revista. De este modo, las
cartas –tanto las que denotan la participación del lector, como las que
son expresión de un diálogo entre lectores– permitían a la revista pro-
poner puntos de vista y explicaciones por persona interpuesta. Si algu-
nos de los mensajes de las cartas los hubiera firmado algún colaborador
de la revista o la propia redacción, la censura hubiera sido más severa
probablemente con los contenidos. La carta que sigue trata de tema
político. No obstante, a lo largo de este apartado se podrá comprobar
que la función de la sección de cartas que se intenta argumentar alcanza
otros aspectos de la sociedad: los usos sociales, la reflexión intelectual...
“Con motivo de unas cuartillas mías que salieron en el número de agosto
de la revista bajo el título de ‘Dos partidos’, he recibido una carta fir-
mada por ‘Un lector de El Ciervoque, resumiéndola, dice: ¿por qué dos
partidos? ¿No basta el ejército para traer la Monarquía?
No tengo por costumbre contestar cartas anónimas, pero esta vez, por
excepción, contestaré con el siguiente relato:
Era por los años veinte cuando se produjo el acercamiento político de los
señores Maura y Cambó. Entonces la Juventud Maurista de Madrid simpa-
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