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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
se limite el censor a lo indispensable y que sea lo más humanista que pueda (...)
Tanto más llama la atención el atropello que supone el abuso de censura
eclesiástica cuanto más suaves se muestran estas censuras que califico de
abusivas con publicaciones harto curiosas (...)
Todos conocemos la existencia de hojitas harto discutibles y de alguna
revista tendenciosamente de ultraderechas que aparecen públicamente con
censura eclesiástica. Si tan benigna se muestra la censura con tales publi-
caciones que a más de un bautizado (...) escandalizan, ¿por qué oponerse
a obras serias de temas filosóficos, pedagógicos, sociológicos...? ¿Por qué
(sic) son de tendencias progresivas o de gauche?” (OCTAVI FULLAT, “La
censura eclesiástica”, El Ciervo, 147: 19).
En respuesta a otro lector
Fomentar el diálogo, mediante una forma retórica periodística que
hace que declaraciones y opiniones aisladas se conviertan en un único
discurso diferido, supone, en cierto modo, un desafío a la censura. Una
censura que durante el franquismo primaba un punto de vista sobre los
demás. Una carta remitida por José A. Urrestarazu y publicada en el
número 102 de El Ciervo así lo manifestaba:
“A juzgar por varios números de su revista, deduzco que es una de las
pocas publicaciones que acogen en sus páginas opiniones discrepantes de
sus lectores” (JOSE A. URRESTARAZU, “Discrepancia”, El Ciervo, 102:
10).
En esta misma línea se expresaba en el número 128 Alfonso Pérez
Moreno en una carta al director:
“Creo que debemos buscar una nueva y más activa forma de diálogo, de
directa comunicación colectiva, en la que la revista actuaría a manera de
catalizador. Es difícil encontrarla; prácticamente todas las más fácilmente
imaginables las hemos tenido o las tenemos (‘El juego...’), el ‘El juego...’, el
‘Apartado...’)” (“Sugerencias”, El Ciervo, 128: 10).
A continuación, una N. de la R (Nota de la Redacción) recogía el
envite:
“Por de pronto, ya desde este número dedicamos dos páginas enteras al
diálogo de los lectores” (El Ciervo, 128: 10).
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