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las carTas al direcTor en Tiempos de censura
ma. Pero de lo que sí estoy completamente seguro es de su buena intención
y convencimiento de que haciéndolo cumplían con su deber.
Por otro lado, el espectáculo que nos han dado ciertas publicaciones ha
sido repugnante, y el ‘edificante’ ejemplo de los fariseos de turno, ensañán-
dose con el caído, lamentable” (J. A. CIENFUEGOS, “A pesar de todo,
El Ciervo, 148: 19).
La carta que sigue denuncia la falsa armonía social reinante en
España y la asimilación de todo acto público de manifestación de unos
criterios con la subversión, la violencia y la existencia de oscuros ene-
migos dentro del régimen.
“Es de todos conocida y ampliamente comentada la reciente manifes-
tación de sacerdotes en Barcelona y la intervención de la fuerza públi-
ca (...) La imagen del sacerdote que se manifiesta por la vía públi-
ca es algo insólito en nuestro país, donde se confunde fácilmente la
manifestación pública con la violencia y la agitación (...)
España, con su reciente ley de prensa, ha querido dar cauce legal a la liber-
tad de opinión y de expresión. Pero hay que tener en cuenta que la prensa
no es el único medio de expresar el pensamiento. Existen otros muchos:
tribunas, medios de comunicación social, arte... Los países que se precian
de civilizados admiten y protegen una forma fácil, eficaz y asequible a todo
el mundo de expresar la opinión, que consiste en mostrarse públicamente
en desfiles, comitivas y concentraciones de carácter pacífico, acompañadas
muchas veces de la pública presentación a las autoridades de documentos
en los que consta dicha opinión. Identificar estas formas de expresar la
libre opinión con la subversión, la violencia y las ‘algaradas callejeras’ es
una equivocación que indica un grado muy bajo de madurez política y
moral” (M. R., “Buscar la verdad”, El Ciervo, 148: 19).
Una carta valiente de Octavi Fullat arremete en 1966 contra la cen-
sura eclesiástica, afortunadamente en vías de extinción tras el Concilio
Vaticano II.
“No voy a censurar la censura eclesiástica (...) que se realiza en las diversas
curias episcopales, pero sí voy a rogar que se humanice, que no se extrali-
mite y que se tome esta ingrata faena en serio (...)
No critico la censura religiosa como tal cuando la obra en germen toca materia
dogmática o moral, pero sí la considero abusiva cuando lo escrito se refiere a
temas técnicos, científicos, artísticos... –y la sociología es una ciencia.
Ya que es tan inhumano censurar el pensamiento ajeno, puestos a hacerlo, que
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