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las carTas al direcTor en Tiempos de censura
Juan y Lorenzo Gomis Sanahuja, Juan Eugenio Morera Altisent,
Juan Peñalver Laserna, Jorge Prat Ballester, Manuel Riera Clavillé
y Francisco Salvá Miquel. Redacción: Casa de la AC, Lauria 7” (El
Ciervo, nº 1, pág. 3).
El Ciervo, en ese año, conoce la doble censura previa, civil y ecle-
siástica, existente en los medios de comunicación españoles. Las pro-
testas y las primeras denuncias que recibe la revista se reproducen. Un
artículo de Ignacio Montobbio (“El Congreso debe ser eucarístico”),
que versa sobre la utilización de dicho congreso con fines políticos,
provoca la intervención de la censura civil. Las protestas acerca del
espíritu de lo publicado en El Ciervo inquietan al obispo Modrego, que
impone un censor. “El doctor Modrego nos invitó a sentarnos en un
sofá y en unas butacas tapizadas en rojo. Él se sentó también, en una
butaca que quedaba de cara a la puerta. Sacó de no sé dónde, como en
un juego de prestidigitación, el número más reciente de la revista, que
parecía el cuerpo del delito. Sonrió animosamente, decidido a coger el
toro por los cuernos, y nos dijo: –He preguntado quiénes hacen esta
revista. Son buenos chicos, me han dicho, ¡incluso piadosos! Y he
pensado: ¡Les pondré un censor! –¡Lo aceptamos! –saltó Josep Maria
Barjau, cargado de entusiasmo, como quien acepta un reto y no teme a
nada” (Gomis, 1996). En ese momento Claudio Colomer deja la revis-
ta, y Paco Condomines y Lorenzo Gomis se hacen cargo de los gastos
pendientes de pago y de la devolución de lo invertido por Colomer.
“Pero apenas había aparecido el primer número el patrocinio se iba
al agua. No llegamos a saber si fue que el número no les gustó o si lo
que no les gustó fue asumir el compromiso de correr con los gastos de
la publicación. Lo probable es que coincidieran ambos factores. Eso
sería desde entonces algo corriente. La revista iba a ser recibida con
recelo cuando no con hostilidad por los ambientes católicos oficiales
y no encontraría ayudas económicas en unos ambientes por demasia-
do católica, en otros por demasiado poco (o demasiado heterodoxa).
Y así tendríamos que arreglárnoslas como pudiéramos, con el único
y disperso apoyo de los lectores” (Gomis, 1992). Antes de marchar,
Colomer propone como director de la revista a Lorenzo Gomis, que
había asistido en 1951 a un curso para profesionales con el fin de obte-
ner el título de periodista. A ese curso también asistieron Néstor Luján,
Ibáñez Escofet y Sempronio entre otros.
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