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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
político y social en la que se aplica la censura sobre los textos que
deben publicarse, el lector debe procurar también que su texto reciba
el visto bueno del censor. Y, para recibir el plácet del censor, el texto
debe persuadirlo de que lo escrito no resulta tan peligroso –desde su
punto de vista. Si el censor detecta ideas “disolventes” el texto sufrirá
mutilaciones o, incluso, tendrá prohibida su publicación. Por lo tanto,
el redactor de una carta al director que deba sufrir la censura pone en
marcha una doble persuasión: debe persuadir al director de la publica-
ción y al censor. Y debe persuadirlos de cosas diferentes, antagónicas.
Xavier Laborda explica la teoría del siguiente modo: “La retórica, per
el hecho de ser arte de la persuasión, es una técnica de aprendizaje y,
sobre todo, una teoría de la lucidez discursiva, que se aplica a otros y a
uno mismo. Indaga sobre el instrumento comunicativo de intervención
que es la persuasión. Y se interesa por los dos sentidos de la activación:
el cooperativo, en la línea cognitiva o de la construcción social del
conocimiento; y el manipulatorio, en el campo magnético del poder y
de la violencia comunicativa” (1993: 123).
El redactor de una carta al director pretende cooperar con el direc-
tor para construir un tipo de conocimiento que resulte interesante, en
primer término, para el propio director y, en general, para el resto de
público del periódico. El redactor de una carta al director pretende
manipular su carta de tal modo que lo que dice no sea catalogado
por el censor como un mensaje peligroso y así poder ser publicado
con posterioridad. La violencia traumática que ejerce el censor sobre
cualquier texto –no sólo sobre las cartas de los lectores– es devuelta
de manera sutil e inteligente a través del trabajo de redacción de afi-
cionados, en el caso de las cartas, o de profesionales, cuando se trata
de periodistas.
Para explicar cómo se pone en marcha esta doble persuasión resulta
indicado incorporar la explicación que ofrece Wolfgang Iser sobre los
lugares de indeterminación. En su explicación, que recoge en su libro
El acto de lectura (1987), Iser afirma que la significación de un texto está
subordinada a los llamados lugares vacíos. Para Iser la labor de un lec-
tor surge a partir del enfrentamiento entre sus propias experiencias y el
sentido propuesto por el texto. La indeterminación de algunos textos
–y, en concreto, de los literarios–, provocada por el propio escritor,
genera el grado de libertad suficiente en el lector para que ponga en
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