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sobre la comunicación por carTa
(Desbordes, 1996: 36). Las cartas permiten la comunicación entre
personas que físicamente no pueden conversar y trasladan las formas
y la verdad de su conversación por escrito.
Debido a su función para comunicar con un alcance amplio a perso-
nas, se desarrollaron una serie de convenciones que permitían guiar a los
redactores de las cartas hacia su objetivo, y que luego se transmitieron a
través del aprendizaje oportuno. “Tan delicado sería este paso que nor-
malmente llevaba consigo un grado muy notable de convencionalidad.
Nada más convencional, recuérdese bien, que una carta. El acceso de
unos pocos a la escritura tenía que ser guiado por una estructura eficien-
te de normas y usos. [...] Estos manuales han sido guías y testigos de la
redacción de cartas considerada como una tarea práctica, inmersa en el
existir cotidiano y deseosa de tener en cuenta, más que cualidades lingüís-
ticas o retóricas, orientaciones apropiadas para las situaciones sociales y
relaciones interpersonales que subyacen a toda correspondencia escrita”
(Guillén, 1998: 181-182). Se realzan dos aspectos fundamentales en la
explicación de los contenidos de estos manuales. Por un lado, el carácter
cotidiano del acto de escribir una carta, alejado de la voluntad de arte:
“Cartas escritas para la cotidianidad, no para la literatura” (Hagge, 1989).2
Por el otro, el enorme peso que tenían las cartas en al ámbito de las rela-
ciones personales, en un espacio eminentemente social.
Los primeros manuales
El primer manual del que se tiene noticia,3 Túpoi Epistolikoí (Tipos epis-
tolares), se atribuye a Demetrio, y el profesor e investigador del Nuevo
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2 Las referencias bibliográficas en las que no se indica el número de página tienen su fuente en internet
o aluden a un asunto tratado en múltiples páginas de la misma obra.
3 Las primeras cartas permitían la comunicación entre reyes y podrían catalogarse como correspon-
dencia de carácter oficial o diplomático. De hecho, la primera carta la escribió la reina Atosa, madre
de Jerjes, según la tradición (Ruess, 1912: xi). No obstante, tal como cuenta James D. Hester el
desarrollo del servicio postal con objetivos oficiales se inició en el siglo VI a.C.: “El servicio pos-
tal se desarrolló por primera vez en Mesopotamia en el siglo VI a.C., pero se utilizaba para usos
oficiales y los ciudadanos de a pie de aquella época, hasta el final del Imperio Romano, no tenían
a su alcance un sistema de reparto organizado. Mientras que el servicio postal oficial era rápido y
eficiente, el reparto privado era asistemático y poco fiable, dependía de la integridad y de la buena
voluntad de mensajeros no oficiales, de amigos, de capitanes de barco y de viajeros desinteresados
que, en su camino, pasaban por la zona del destinatario deseado” (Hester, 2001).
Edward Gibbon recrea el servicio postal durante el Imperio Romano y vincula su crecimiento y su
eficacia, como no podía ser de otra manera, a la extensión de la red de vías romanas a lo largo de todo