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Sobre la comunicación por carta
Cartas para la cotidianidad
En la carta sólo se presiente la verdad. Quien inicia su lectura se dis-
pone a escuchar de primera voz la verdad de quien la escribe. Cuando
alguien lee una carta coge un atajo hacia la verdad; omite el largo y bellí-
simo rodeo de la ficción. Pero capturar la verdad no significa que las
cartas escritas con naturalidad no resulten más gratas a la lectura. Todo
lo contrario. La verdad se escribe sin afectación y eso es lo que se busca
en las cartas. Y pueden escribirse con gusto, y eso sorprende gratamente.
Las cartas son un vehículo por el que se comunican personas que
quisieran hablarse pero no pueden porque el receptor está ausente. Las
cartas tienen ese carácter sencillo y personal: comunicativo. Michael
von Albrecht, profesor de Filología Clásica, se refiere a los orígenes de
las cartas en Occidente en el periodo del Imperio romano del siguiente
modo: “La carta aumenta su importancia con el creciente interés por
el elemento personal. Se trata de una forma sin pretensiones, apta para
dar cabida a los contenidos más variados” (Albrecht, 1997: 482-483).
La carta resulta ser un tipo de texto escrito que elude el ornamento,1
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1 En una reimpresión fechada en 1869 del manual de P. Persan Le secrétaire universel, contenant des lettres de
bonne année et de fêtes... lettres d’amitié et de mariage, modèles de pétition à envoyer se afirma: “La regla general
del estilo epistolar es escribir como se habla, siempre, por supuesto, que se hable bien. Cualquier
afectación, cualquier deseo de mostrar ingenio, todo lo que pueda parecer artístico y que se aleje de la
simplicidad y de lo natural debe ser eliminado… Las cartas se deben escribir con concisión” (Grassi,
1990: 94).