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las carTas al direcTor en la Teoría del periodismo
suficientemente próxima como para querer intervenir. Los diarios que
reciben y publican cartas de intervención son publicaciones que más
que público establecen vínculos de comunidad con sus lectores.
Del mismo modo, los diarios que promueven el diálogo entre los
lectores a través del propio diario consideran que una de sus funciones
es que las personas que comparten los mismos intereses que comparte
y difunde el diario deben poder comunicarse a través de él. Este paso
en el que se hace pública la comunicación entre lectores mediante el
diario indica que existe realmente una comunidad alrededor del medio
que el diario sabe escuchar y potenciar.
Por lo tanto, la publicación de cartas de intervención y de cartas de
diálogo supone un paso decidido hacia la comunidad. Los diarios red
y los diarios dinamo se separan del modelo tradicional del diario en el
que el lector era meramente un receptor de información y de opinio-
nes, y avanzan un nuevo modelo en el que el lector es un agente más
de la comunidad de personas cuyos intereses cristaliza el diario. En este
modelo, el lector puede llegar a convertirse –gracias a la orientación y
las facilidades que proporciona el diario– en una pieza activa, lo que
permite que el público pueda convertirse en comunidad.
Las cartas y el control de calidad
Aún otro aspecto aflora en cuanto a las aportaciones de las cartas
al director a un medio de comunicación. Los diarios y revistas que con
mayor interés acogen las opiniones de sus lectores conocen muy bien la
labor correctora que pueden llegar a realizar sobre el trabajo que desa-
rrollan sus profesionales. Méndez lo pone en boca de Justino Sinova
en la época en la que fue Sinova director del Diario 16: “Hay que reco-
nocer el protagonismo de los lectores como forma de luchar contra los
defectos de la prensa y ponerla al servicio de sus destinatarios” (1991:
77). Gomis explica en qué consiste la aportación de los lectores en este
sentido: “Los lectores son también los mejores correctores y censores
del propio diario. Siempre hay lectores más eruditos y atinados que los
propios redactores y directivos. Estos saben algo y a veces bastante de
todo, pero tienen que rendirse ante el erudito lector que lo sabe todo,
aunque sólo sea de algo. Y así los diarios se enriquecen con el saber
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