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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
sustraerse al momento en el que uno está bajo el foco, traspasa la atonía
del círculo de conocidos e irrumpe en la esfera pública. Los medios
ponen en marcha el resorte para alcanzar una atención pública, aunque
sea fugazmente: la retórica de la participación. Y este tipo de partici-
pación genera un interés superior al que provee el verse representado
a través de un símbolo o de una cifra. Se trata de una participación de
personas, con nombre y apellido, una participación cualitativa frente a
la participación cuantitativa y reactiva del dato.
Las cartas al director suponen una de las vías primeras y más cla-
ras de este recurso de la participación. Si un medio de comunicación
reserva un espacio para que los lectores participen e incita a que lo
hagan, los lectores responden participando. Su participación permi-
te, por ejemplo, que los que leamos nos instruyamos sobre aspectos
amplísimos de la realidad. Ya lo apuntaba Pedro Salinas: “Cabe con-
siderar la correspondencia como una deliciosa educación, que libre y
graciosamente, aparentando no serlo –todo lo contrario del dómine o
la pedantería–, sin necesidad de azacanarse de aula en aula, ni atenerse a
inflexibles horarios, nos instruye sobre muy principales materias (1993:
47). La participación sirve a quien escribe para formar sus propios
criterios sobre el mundo que le rodea. Explicarse las cosas por escrito
es una manera comprometida de relacionarse con el mundo. Escribir
siempre aclara. Abraham Méndez confiesa el carácter formativo que
la escritura de cartas ha tenido para él: “Seguro que de cualquier tema
o sucedido la persona opina positiva o negativamente, según su pro-
pia interpretación. Por medio de la escritura podemos decir aquello
que deseamos comunicar y si además podemos enviar esa opinión a
un periódico, para que si su director lo cree conveniente la publique,
habremos conseguido varios objetivos: primero y principal tener un
criterio propio con lo que estaremos formando nuestro intelecto.
Luego a través de la escritura ejercitaremos nuestra capacidad de pen-
samiento y búsqueda de mayor información y rebuscaremos en libros
y diccionarios lo olvidado” (21, 23).
La participación también puede constituirse, a la manera de Evelyn
Waugh, en un sucedáneo de diario personal. La carta vista de esta mane-
ra es también, como subraya Méndez, refugio privado para reflexionar
con un alcance público: “Mi grafomanía (vicio de escribir) que empecé,
incipientemente, hace años no la he dejado, aún. Las Cartas al Director
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