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las carTas al direcTor en la Teoría del periodismo
Género de opinión, género de información
Habitualmente los medios de comunicación –es decir, los periodis-
tas que forman esos medios– consideran las cartas al director un géne-
ro de opinión. Y así lo tratan e incluyen las cartas en las mismas páginas
en las que aparecen los editoriales y los artículos de los colaboradores
frecuentes. Los profesores las han analizado siempre como un género
de opinión, por lo menos en la tradición anglosajona y en la española.
Las cartas son un corpúsculo extraño en el diario. Son la arenilla en el
cuerpo de la ostra. No están pensadas y redactadas por periodistas. No
tratan cuestiones por las que un periodista pidió opinión a un sabio y
por lo tanto dirigió la respuesta. No están firmadas por escritores que
merecen consideración y respeto, y de los que el medio se fía, digan lo
que digan. Las cartas están bajo sospecha. No son un género que hacen
los periodistas del medio, ni pueden guiarlo, ni se fían de quien lo ha
escrito. Sobre las cartas pesa la presunción de culpabilidad. Por todo
eso se las encierra en el lazareto de la opinión. Cuando un medio llama
Opinión a la sección en la que periodistas y escritores emiten juicios da
a entender que en el resto de la publicación no se va a encontrar ni un
átomo de opinión: que la información aparece en el resto de secciones
en estado puro.
Lo cierto es que cualquier estudio que pretenda una caracterización
de los géneros periodísticos sitúa las cartas al director en la sección de
opinión. Pero no todas las cartas aportan juicios de valor. Las hay que
aportan informaciones. Informaciones sobre instituciones, informa-
ciones de carácter personal, rectificaciones. ¿Acaso la rectificación de
una información errónea realizada por un periodista es opinión? En
el caso de las cartas que rectifican informaciones erróneas se desvela
con claridad este diverso tratamiento de la información en función de
quien sea su productor. Si la información la genera un periodista o un
proveedor de información del medio de comunicación (por ejemplo,
una agencia de información) sea o no correcta el medio la considera
información. Mientras que si una información o una rectificación sobre
unos datos erróneos la da un lector, el medio la encuadra en un género
de opinión. Sólo los profesionales destilan información, aunque se
demuestre luego que es inexacta, poco matizada o poco contrastada. El
periodista tiene patente de corso por lo que respecta a la información.
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