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Teoría de las carTas al direcTor. la gesTión periodísTica del público i UOC PRESS
las diferentes publicaciones y el seguimiento día tras día de las cartas
emitidas, te hace familiarizarte con ‘otras firmas’, también, la mayoría
totalmente anónimas que no conoces, ni sabes quiénes son (1991:
51). En su reflexión, Méndez sólo pide que los escritores no agredan
opiniones de otros escritores, como en un juego cortés: “Repito mi
enhorabuena a estos y otros reiterados grafómanos. Unos a nivel
nacional, otros de ámbito local. Perdón si me olvido alguno. He puesto
los que normalmente no se ensañan con otros escritores y sus cartas
son siempre novedosas opiniones y no agrias críticas a otras misivas.
Nuestro único juez siempre fue el Director del medio o responsable
de la sección que estimó o no su publicación, jamás otro lector” (1991:
57). Coincide también Dupre en su estudio sobre el correo telefónico
que alimenta una sección de llamadas de los lectores cuando afirma que
el 40% de las llamadas recibidas para ser luego publicadas en el diario
son de personas que repiten.
Esta reiteración en los envíos hace que la sección se sienta más
como una necesidad de quienes opinan que una necesidad social.
Algunos participantes parece que necesitan decir algo públicamente
y utilizan el periódico como los que hacen grafitis usan las paredes.62
“Hay lectores que envían la misma carta, a veces fotocopiada, a dife-
rentes diarios, bien para llegar a más lectores, bien por probar suerte
y asegurar que uno u otro publique la carta” (Gomis, 1991b: 90). Y,
entonces, escribir cartas se puede convertir en una obsesión: “Escribir
cartas al director puede ser una obsesión, incluso para un escritor
conocido y atareado. Y para un escritor desconocido puede serlo,
es evidente, todavía más (Gomis, 1991b: 89). Tal vez por esta razón
–anteponer unas necesidades psicológicas a las necesidades reales de
la comunidad– Pierre Albert considera a los escritores de cartas que
no rectifiquen u ofrezcan más información sobre un acontecimiento
poco menos que desequilibrados: “El correo de los lectores resulta,
finalmente, de poco interés para ayudar a penetrar en las ideas de la
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62 El testimonio de Méndez apunta esta necesidad: “Seguro que de cualquier tema o sucedido la
persona opina positiva o negativamente, según su propia interpretación. Por medio de la escritura
podemos decir aquello que deseamos comunicar y si además podemos enviar esa opinión a un
periódico, para que si su director lo cree conveniente para que la publique, habremos conseguido
varios objetivos: primero y principal tener un criterio propio con lo que estaremos formando nuestro
intelecto. [...] En algunas ocasiones se acumulan las ideas, otras más fluidas dan pie a un excelente
escrito. También habrás sacado de dentro una agresividad, una idea, un mensaje que deseas comuni-
car al resto de los humanos y te sentirás más libre, realizado y satisfecho (1991: 21-23).