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el peso de la sección de carTas
Los estudios coinciden en lo fundamental y lo fundamental es
que las cartas suelen ser escritas por hombres –en Estados Unidos,
hombres de raza blanca–, de edad media y con una educación media
o superior. Y como indican Sparks y Pérez (1991): son hombres que
están bien situados en su comunidad y que tienen el tiempo y la ener-
gía para participar en debates públicos de carácter político. A partir de
ese común denominador, los estudios entran en mayores detalles. Para
David Hill (1981), los autores de cartas suelen ser mayoritariamente
republicanos, conservadores y con aportaciones de carácter negativo.
También detecta un alto volumen de aportaciones negativas Dupre
(2000) en su estudio sobre las llamadas al ombudsman. Dupre caracteriza
de esta manera a quienes llaman y también a los escritores de cartas:
“[Los autores de cartas] son atípicos, están políticamente motivados
y, a veces, son excéntricos”. Thornton define en 1996 a los escritores:
“Los autores de cartas han sido y siguen siendo una parte culta, obs-
tinada y muy visible de la población”. Y dos años después vuelve a
proponer esta identificación y añade: “Las cartas al director publicadas
ofrecen una visión importante de un mundo limitado pero influyente”.
Otra de las características no demasiado vistosas, ni demasiado
estudiadas, que une a quienes escriben cartas al director consiste en
la reiteración. Los escritores de cartas suelen enviar más de una carta
al diario que ellos leen y gustan de reconocerse y ser reconocidos.
Lorenzo Gomis narra una anécdota referida al diario La Vanguardia:
“César Mora, secretario de redacción de La Vanguardia durante muchos
años y que se ha ocupado mucho de la sección de cartas de los lecto-
res, me enseñó un día una colección de cartas que del mes de febrero
hasta el mes de mayo un lector escribió día a día, incansablemente,
al director, sobre los más diversos temas imaginables, tanto públicos
como íntimos, sin que la falta de publicación de aquellas cartas llegara
a desanimarlo. [...] Era a la vez un diario personal y un diálogo con un
ser desconocido, que además no le contestaba nunca: el director (1991:
89). Y de las palabras de Abraham Méndez, entre otras ocupaciones,
escritor de cartas para distintos diarios, se desprende claramente que
quien escribe, repite. Y que, como en un cuento de Stevenson, existe
un innombrable club de los escritores de cartas con una nómina de
autores difusa y que sólo está al alcance de conocer para quienes fre-
cuenten con mucha asiduidad la sección. “En el transcurso de repasar
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