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el peso de la sección de carTas
nos a alcanzar juntos sus opiniones, mediante un debate detallado”
(2001). Wahl-Jorgensen pone en relación la brevedad con la relevancia
y afirma que la longitud impuesta por los medios para las cartas limita
gravemente la posibilidad de desarrollar argumentos en profundidad
y debates de interés para la comunidad: “Otra consecuencia del mite
de 300 palabras o menos, entrelazado con la norma de la importancia,
es que para los lectores del diario se hace totalmente imposible impli-
carse en una deliberación matizada: no es factible desarrollar más de
un debate truncado sobre un tema ‘relevante’, o dar forma a un ataque
o una defensa personal, en 300 palabras. [...] Al perder la riqueza y los
matices del argumento, al sustituirlos por el espectáculo de la brevedad,
perdemos la capacidad de juzgar por nosotros mismos. Perdemos el
contenido de la expresión, la base para una respuesta reflexionada. Las
tendencias paralelas de fidelidad del mercado y de noticias breves se
combinan para formar una ideología coherente, con su propio lenguaje,
para hablar sobre y justificar el énfasis en la fijación sobre la brevedad
y el entretenimiento al seleccionar las cartas” (2001). Pero en las cartas
al director el género también cuenta. Y el género de la carta ya prevé
una cierta brevedad, desde la primera carta que se escribió y se mandó.
Una anécdota que explica Lorenzo Gomis acerca del escritor Evelyn
Waugh pone en evidencia esa falsa relación entre longitud y relevancia:
“El novelista inglés Evelyn Waugh llevó un diario casi toda su vida.
Empezó a los siete años y lo dejó un año antes de morir (murió en 1966,
a los 63 años). En diciembre de 1960 observó que el diario traía menos
anotaciones y más breves y puso esta nota: ‘Una memoria que declina y
un senil prurito de escribir cartas a The Times sobre toda clase de temas
han determinado que tome notas de una manera irregular sobre lo que
me pasa por la cabeza’. Las cartas al director –o cartas de los lectores–
habían ido suplantando al diario personal como expresión de las ideas
del novelista sobre el entorno(1996: 18).
La regla de la autoridad
Las palabras valen más o menos en función de quién sea su dueño.
Aunque resulta políticamente incorrecto afirmarlo, acaba siendo un
principio de cualquier debate público. Y los periodistas lo saben bien.
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