© Editorial UOC 333 La masificación de la experiencia de Internet
implica considerar que el lenguaje y la comunicación son indisociables de la
memoria.134
Yendo un poco más lejos podemos argumentar, al igual que Luhmann
(1992), que sólo en función del contexto podemos comprender el sentido de lo
que los demás nos pretenden decir, nuestro contexto es nuestra memoria. Y en
una sociedad en red caracterizada por la cultura de la virtualidad real (Castells
2003) y donde la profusión de espacios simbólicos de comunicación se mul-
tiplican, los medios de comunicación son el contexto y por lo tanto también
nuestra memoria.
En nuestra sociedad, donde la mediación ocupa una posición central en la
cultura, los medios de comunicación permiten efectivamente compartir dos
acontecimientos que marcan la memoria y otorgan a la actualidad una aparien-
cia de presencia y autoridad histórica inmediata (Nora 1990).
Los discursos de los medios de comunicación constituyen pues cartas mito-
lógicas destinadas a una comunidad (Fentress y Wickam 1994) que puede ser
nacional o internacional.
Sin embargo, la memoria mediatizada, tal como nos demuestran los gestores
de marketing, también puede comercializarse, estimulando el consumo pasivo
del pasado (Abramson 2001). La memoria también se ha convertido de este
modo en un objeto de la sociedad de consumo que se vende bien (Le Goff
1992).
La memoria es importante porque es lo que nosotros tenemos, para encua-
drarnos en privado y en público en el espacio y especialmente en el tiempo
(Silverstone 2000).
Desde que el registro oral dejó de ser central en nuestras vidas, un medio
como el libro apareció en escena junto con la ciencia para registrar y fijar la
memoria social e individual. No obstante, la aparición de la radio, el cine, la
televisión –y más tarde Internet– abrió las puertas a un espacio de fronteras
más tenues a las múltiples posibilidades de lo que se entiende que es digno de
anotar por los medios de comunicación: la construcción pública del pasado.
134. Como sugiere Horta (2001), la definición de Bourdieu (Cardoso 1999) de habitus puede tam-
bién considerarse una especie de memoria socialmente compartida por un grupo de individuos que
comparte un campo de acción.