Editorial UOC 98 Teoría de las relaciones laborales...
Actualmente, en un país que exporta orden, valores y cultura multimedia por los cuatro
puntos cardinales y que se autoconcibe como la punta de lanza del progreso de la civi-
lización, genera casi más escándalo social el que un maestro levante la voz a un alumno
adolescente que el que un juez lo ponga ante el mismo corredor de la muerte. A los ojos
de muchos turistas y televidentes, parece como si en él fueran objeto de una mayor re-
probación social el cultivo y la distribución de marihuana que la producción industrial
y la exportación masiva de minas antipersona. Y parecen merecer en él más rechazo
moral el top-less o el amor libre que la asistencia a un oficio religioso con una pistola en
el cinto o que la venta de artefactos armamentísticos a dictaduras que oprimen y explo-
tan a sus pueblos. Y resulta en él casi más fácil comprar un arma de fuego que una as-
pirina o un preservativo. Y queda en él más impune atentar a gran escala contra la capa
de ozono que orinar en la calle. Y suscita en él mayor aprobación política la inversión
de billones de dólares en la prevención de “guerras galácticas” (que no proporcionan
seguridad alguna contra maletas-bomba, cartas-antrax o aviones-misiles) que en salud,
educación, protección social o desarrollo ecológicamente responsable y sostenible.
Una vez más, y por fin, debemos preguntarnos dónde reside el principal fac-
tor explicativo de tantos y tantos fenómenos y procesos sociales que suscitan un
notable grado de consenso social y que no siempre parecen del todo racionales
ni razonables, atendiendo a la lógica de los intereses de la mayoría de la pobla-
ción: ¿en la estructura objetiva de las cosas o en la de la construcción intersubje-
tiva de las realidades?, ¿en los mismos fenómenos en sí o en su relación con
códigos socioculturales?
Las perspectivas sobre la construcción social de la realidad pueden aportarnos
algo al respecto. Entendemos por construccionismo social un paradigma a la luz
del cual las experiencias, las cosas, los acontecimientos y los procesos no tienen
un significado totalmente independiente por sí mismos; sino que lo adquieren,
en buena parte, en el contexto de las prácticas e interacciones sociales mediante
las que los seres humanos construyen y comparten representaciones, imágenes,
lecturas e interpretaciones de su mundo. Ello determina el que un mismo fenó-
meno empírico pueda tener significaciones diversas en diferentes situaciones y
constituir, por ello, realidades y verdades, de algún modo y en cierto sentido,
distintas.
Esta perspectiva (ver Berger y Luckman, 1966; Gergen, 1994; Burr, 1996, Ibáñez,
2001) presupone que las cosas no están objetivamente ahí, aguardando simple-
mente a que alguien se ubique frente a ellas, con un método adecuado, para poder
luego apresarlas y explicarlas correctamente, en términos neutros, rigurosos y po-
sitivos. Enfatiza lo que la realidad conlleva de relativa (es decir, de relacional) con
respecto al enfoque, al marco conceptual o al código de lenguaje adoptados y al