Editorial UOC 91 Capítulo I. Trabajar en la modernidad...
sona protagonista típica del desempleo en este mercado de trabajo, a lo largo de
los últimos decenios, permite observar la sucesión de los cambios operados en el
perfil de la misma:
En la era dorada de finales de los sesenta, de casi pleno empleo (gracias a los
procesos migratorios interiores y exteriores), destaca el tipo hard core. Se trata
de una persona desempleada con un perfil que la hace difícilmente emplea-
ble; puesto que, por sus particulares características personales o curriculares,
no puede, no quiere o no sabe acceder a los puestos de trabajo ofertados.
La crisis abierta en los setenta abre paso a la figura del hombre adulto, prin-
cipal proveedor económico de su familia, trabajador de “cuello azul”, que aca-
ba de perder su puesto de trabajo en una industria en reconversión.
A mediados de los ochenta, más de la mitad de las personas desempleadas
son jóvenes (de ambos sexos) en busca de su primer empleo. A finales de este
decenio, y durante buena parte del siguiente, el núcleo duro del colectivo sin
empleo lo encarna la categoría de las mujeres de mediana edad, madres de
familia y amas de casa, con marido empleado e hijos en edad escolar. Los no-
venta contemplan la emergencia de un nuevo tipo, que se mezcla con todos
los anteriores: el de hombres mayores de cuarenta y cinco años con especia-
les problemas de reubicación laboral.
En los inicios del nuevo siglo, tienden a confundirse cada vez más las fron-
teras del empleo y del desempleo, por el peso que adquiere la situación del
subempleo, que tiene características de ambos. Esta nueva situación viene
impulsada en parte por la implantación a gran escala de tecnologías de la in-
formación y de la comunicación y muy reforzada por el marco estructural de
la globalización económica, así como por la influencia ideológica del pensa-
miento único neoliberal y su plasmación práctica en modelos (flexibles) de
organización empresarial y de legislación sociolaboral.
Así pues, la misma etiqueta genérica del desempleo encierra realidades perso-
nales y sociales muy diversas, que dan lugar a una inmensa variedad de formas
de reacción a una misma experiencia de logro o de fracaso en la consecución de
un empleo. Además del panorama descrito, cabría añadir la consideración de la
distancia sociotemporal que se puede observar, por ejemplo, entre el mercado la-
boral español de los años 2000 y el de la década de 1920; así como la de la dis-