Editorial UOC 75 Capítulo I. Trabajar en la modernidad...
hemos llegado no sólo a valorar positivamente, sino incluso a amar, “algo tan
penoso como el trabajo”:
“Para los pensadores clásicos, el trabajo productivo, obligado, no era en sí nada valioso,
por lo que se consideraba perfectamente coherente el buscar cómo eludirlo, dejándolo
para los esclavos y no humanos. Para el pensamiento premoderno, cristiano, el dolor
del trabajo está compensado con el fruto que se obtiene […] en el otro mundo; pero
¿qué ocurre cuando la perspectiva vital e intelectual se hace intramundana?, ¿por qué
hemos de implicarnos en algo que es fuente de sufrimiento? (pág. 50)
La misma idea del reparto del trabajo, que en los últimos años tanto se ha extendido
en los medios socialistas europeos, supone un cambio notable en la concepción del
trabajo. Hasta ahora se nos había hablado del reparto de la riqueza, pero no de la ac-
tividad que la generaba; en todo caso, se había hablado y luchado por la reducción de
la jornada laboral, como mejora de las condiciones de trabajo, pero lo que ahora se
nos plantea no es que estemos trabajando mucho (sobre todo, mucho para lo que nos
pagan), sino que el trabajo es, en sí, un bien escaso que hay que repartir.” (pág. 52)
A. Serrano; F. Moreno; E. Crespo (2001). “La experiencia subjetiva del trabajo en un
mundo en transformación”. En: E. Agulló; A. Ovejero (coords.) (2001). Trabajo, in-
dividuo y sociedad. Madrid: Pirámide.
Probablemente, una parte del aparente sinsentido de esta alta valoración del
empleo y del amor al trabajo, que induce a la exigencia de repartírselo, como si se
tratara del mejor botín, encuentre una explicación plausible en un doble movi-
miento de push & pull: el atractivo por las funciones positivas (económicas y de otro
tipo) del empleo y la aversión, el vértigo y el horror ante el inmenso agujero negro
social del desempleo. En un apartado posterior retomaremos estas consideraciones.
4.2. Investigaciones sobre desempleo y malestar
El desempleo esta en la calle, como hecho social, experiencia personal, fan-
tasma político, dato estadístico y tema de las conversaciones cotidianas. En un
mundo que enarbola la bandera de los derechos humanos, entre los que destaca
el relativo al trabajo, la falta estructural de empleo es no sólo un asunto de las
personas desempleadas, sino también una clara señal de alerta roja para el Esta-
do de derecho, un síntoma de crisis del sistema del Bienestar, un reflejo de las
tensiones, contradicciones, conflictos y transformaciones que afectan a las so-