Editorial UOC 51 Capítulo I. Trabajar en la modernidad...
Desde un punto de vista histórico, la máxima expresión de la distancia entre
los dos polos de la ambivalencia humana ante el trabajo la encarnan personajes
como Aristóteles y Marx. Para el primero, la actividad laboral deshumaniza hasta
tal punto que la simple pertenencia a la clase trabajadora conlleva la automática
exclusión de la ciudadanía. Para el segundo, el ser humano se hace a sí mismo
en tanto que productor y la historia universal no es otra cosa que la autoproduc-
ción humana mediante el trabajo. Lo que para Platón y Aristóteles es malo, por-
que responde a la lógica de la necesidad, para Franklin y Marx es tan bueno como
para orientar hacia ello la lógica del deseo.
Desde un ángulo ideológico, dentro de la misma modernidad industrial, esta
ambivalencia la vemos reflejada en los textos de dos líderes revolucionarios: el
polo aristotélico, de rechazo total del trabajo, lo encarna Paul Lafargue, con su
manifiesto de finales del siglo XIX sobre El Derecho a la Pereza. El marxista, de apo-
logía del trabajo, se refleja en un discurso pronunciado por Ernesto Ché Guevara,
en el acto de entrega de Certificados de Trabajo Comunista a los obreros del MI-
NIND, pronunciado el 15 de agosto de 1964.
El rechazo del trabajo
“Una extraña pasión invade a las clases obreras de los países en que reina la civiliza-
ción capitalista; una pasión que en la sociedad moderna tiene por consecuencia las
miserias individuales y sociales que, desde hace dos siglos, torturan a la triste huma-
nidad. Esta pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo.” (pág. 117)
“Los hijos de los héroes de la Revolución se han dejado degradar por la religión del
trabajo hasta el punto de aceptar, en 1848, como una conquista revolucionaria, una
ley que limitaba el trabajo en las fábricas a doce horas por día. Proclamaban como un
principio revolucionario el Derecho al Trabajo [...] Solamente esclavos podían ser ca-
paces de semejante bajeza.” (pág. 122)
“Más valdría sembrar la peste o envenenar las aguas que erigir una fábrica en medio
de una población rural. Introducid el trabajo fabril, y adiós alegrías, salud, libertad;
adiós todo lo que hace bella la vida y digna de ser vivida.” (pág, 127)
“El fin de la revolución [... es ...] trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y
físicamente lo más posible.” (pág. 51)
P. Lafarge (1880). El derecho a la pereza. Madrid: Fundamentos, 1973.