Editorial UOC 50 Teoría de las relaciones laborales...
La llamada ética protestante del trabajo, en tanto que corriente ideológica, ex-
tiende su campo de influencia hasta la misma tendencia ultracatólica del Opus
Dei, que participa de una relectura del Génesis en la que el imperativo de ganarse
el pan con sudor ya no es interpretado como un corolario del pecado, sino más
bien como una precisión del mandato de dominar la tierra: el único “Camino”
es el del trabajo duro. Éste acaba siendo el núcleo del imperativo moral de los
tiempos modernos.
El efecto final de este proceso se refleja en el informe del primer estudio so-
bre los valores del tiempo presente impulsado por la European Values Systems
Study Group Foundation, según el cual, en la actualidad, “nadie en Europa
considera la obligación de trabajar como un escándalo o una maldición”
(Stoetzel, 1983, pág. 163).
El trabajo no constituye, pues, sólo un valor económico, de carácter instru-
mental; sino también un valor cultural de primer orden, de carácter expresivo
y final, como indica el prefacio a un informe de la Oficina Internacional del Tra-
bajo:
“Una oportunidad de trabajo productivo no es meramente un medio para conseguir
ingresos […] es un medio de autoestimación, para el desarrollo de las potencialidades
del ser humano y para alcanzar un sentimiento de participación en los objetivos de
la sociedad”.
OIT (1961). El empleo como objetivo de desarrollo económico. Ginebra: OIT.
Así como lo que domina en el mundo antiguo (preindustrial y precapitalista
en general) es una visión del trabajo que oscila entre el centro del continuo bi-
polar y el polo negativo, la perspectiva que caracteriza la modernidad industrial
es precisamente la contraria: la que se extiende entre ese centro del continuo (la
adopción del trabajo como simple actividad instrumental al servicio de la super-
vivencia material) y el polo positivo (el trabajo y la actividad económica en ge-
neral como ejes vertebradores y organizadores de la vida individual, social, política
y cultural).
Jaccard (1960, pág. 23) resume su visión de la historia general del trabajo
en los siguientes términos: “Según los lugares, los tiempos y las circunstancias,
el trabajo ha sido honrado o despreciado, pero casi siempre amado y odiado
al mismo tiempo”.