Editorial UOC 45 Capítulo I. Trabajar en la modernidad...
2.2. Significados
Si, en las condiciones materiales y económicas de trabajo, se puede hablar de
cambios cualitativos, algo similar cabe decir con respecto a los significados del
trabajo. En todas las épocas de la historia humana aparecen indicios de diferen-
tes concepciones y valoraciones de la actividad laboral, que se extienden a lo
largo de un continuo bipolar en el que, a efectos didácticos, vamos a diferenciar
tres posiciones:
2.2.1. Polo negativo
Representación del trabajo como maldición, castigo, yugo, estigma, coer-
ción, esfuerzo y penalidad. De esta valoración existen abundantes y relevantes
ejemplos en la actualidad occidental: desde el bíblico “comerás el pan con el su-
dor de tu frente” (Génesis 3,19) hasta la tópica visión aristocrática de importan-
tes filósofos griegos y latinos clásicos de la era esclavista –con Platón (1969;
1981) y Aristóteles (1970; 1985) a la cabeza y Cicerón (1968) siguiéndoles la es-
tela. Para éstos, la actividad laboral, por estar sometida a la lógica de la necesi-
dad, resulta tan degradante que una persona sólo puede lograr la dignidad de la
ciudadanía y la libertad en la medida en que unos seres infrahumanos –la clase
trabajadora laboran para ella, condenados al trágico destino de no ser más que
meros instrumentos al servicio de la libertad de las personas ociosas, libres y libera-
das por ellos del trabajo necesario. La indignidad de la esclavitud no proviene de la
falta de derechos cívicos, sino del deber de trabajar para quien puede permitirse así
el privilegio de no hacerlo.
Esta mentalidad, que ha dejado una fuerte huella en la cultura preindustrial, tiene
muy poco eco en cambio, en la época moderna. Uno de los más insignes portavoces
del antitrabajismo de la era industrial es Paul Lafargue (1880). Cubano de nacimien-
to, de abuelos franceses y abuelas mulata e india, es el primer parlamentario comu-
nista en Francia, el introductor del comunismo en España y el yerno de Karl Marx (a
quien trae no pocos quebraderos de cabeza). En pleno siglo XIX, contra viento y ma-
rea, proclama el Derecho a la Pereza como contrapunto, correctivo y alternativa al De-
recho al Trabajo, reivindicado por los socialistas utópicos revolucionarios franceses y
asumido por el conjunto de los trabajadores de la época. Para este peculiar comunista,
“al día siguiente de la revolución, habrá que pensar en divertirse”, y propone (a fina-