Editorial UOC 41 Capítulo I. Trabajar en la modernidad...
Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.). Resumimos y extractamos las ideas básicas
que sobre el tema expone el autor en su obra dedicada a “los oficios”, que versa
sobre las obligaciones cívicas y que escribe para su hijo, a modo de guía del pen-
samiento y de la acción para el buen ciudadano romano:
“Condenamos todo oficio odioso, como el de los cobradores y usureros.
También es bajo y servil el de los jornaleros
Y el de todos aquéllos a quienes se compra, no sus artes, sino su trabajo;
porque en éstos, su propio salario es su título de servidumbre.
Asimismo, se ha de tener por oficio bajo el comercio
de los que compran a otros para volver a vender;
pues no pueden tener algún lucro sin mentir mucho,
y no hay vicio más feo que la mentira”.
Marco Tulio Cicerón (1968). Los oficios (pág. 79). Madrid: Espasa Calpe.
Tampoco merecen la aprobación del moralista latino el resto de los oficios
mecánicos, como los de pescadores, carniceros, cocineros,etc. Sólo le parecen
aprobables aquellos que, además de utilidad, incluyen altas dosis de honestidad
y talento, como la arquitectura y la medicina. A propósito del comercio, matiza
que la actividad de quien se dedica a “distribuir mercancías sin engañar a nadie
[…] no se ha de condenar enteramente”. Y, de todos los oficios por donde se ad-
quiere alguna cosa, no duda en señalar el de la agricultura como el mejor y pro-
pio de un hombre de bien.
Obviamente, y siguiendo la senda de sus admirados filósofos griegos, sitúa
en lo alto del pedestal a la sabiduría, que, según él, une a los seres humanos con
los dioses, con la sociedad y consigo mismos. La sabiduría, en Cicerón, no se li-
mita a una pura contemplación estática y prudente del mundo, sino que debe
ser dirigida también por el criterio de la justicia, que impone a veces la obliga-
ción de actuar a favor de la patria, de la familia o de la amistad (es por ello que
el maestro salva de la quema el oficio militar).
Benjamin Franklin (1706-1790). Presentamos una antología de sentencias
proverbiales publicadas en su famoso Almanaque del Buen Ricardo (entre 1732
y 1757), en los huecos que aparecen entre los días del calendario. Se trata de
consignas que dieron la vuelta al mundo de su tiempo, calando profundamen-
te en el sentido común contemporáneo. Están orientadas genéricamente a fa-
cilitar la instrucción del pueblo (norteamericano) y, más específicamente