Editorial UOC 126 Teoría de las relaciones laborales...
referimos a la imagen de desbordamiento, cansancio y agotamiento que suelen
darnos personas que sostienen una particular relación con su entorno, marcada
por la presión, los nervios, la ansiedad, el agobio, la irritabilidad, el descontrol y,
en definitiva, la falta de los medios adecuados para dominar la situación serena
y tranquilamente.
Una persona no entra automáticamente en un estado de estrés como simple
consecuencia del gasto de energía física y mental que ha realizado a lo largo de
una intensa y extensa jornada laboral, ni como resultado de la fatiga que le so-
breviene después de haber jugado un buen partido de fútbol, ni como efecto
sobreañadido a la puntual resaca subsiguiente a una “noche loca” o a unas des-
enfrenadas fiestas de carnaval.
Lo que resulta estresante no es la cantidad de esfuerzo que implica una tarea;
sino el (supuesto) desequilibrio entre lo que exige una situación y lo que se tiene
(o se cree tener) a mano para realizarlo.
En términos psicológicos, se define el estrés como la experiencia sostenida de
una persona que afronta demandas ambientales que le resultan o le parecen ex-
cesivas, con unos recursos disponibles que son o considera insuficientes para sa-
tisfacerlas.
Entre las innumerables perspectivas desde las que se ha enfocado el estrés, des-
tacan las tres siguientes:
El estrés como respuesta personal. Aquí, se focaliza el proceso interno de la
persona estresada, según el modelo de organismo estresado descrito por
Selye (1956).
El estrés como estímulo ambiental. El modelo centra su atención en los
procesos externos del entorno, como los acontecimientos vitales (life events)
estresores. Holmes y Rae (1967) inician la tradición en el ámbito clínico y
los Dohrenwend (1974) la desarrollan en el ámbito psicosocial.
El estrés como modo específico de interacción ambiente-persona. En su versión
clásica, el modelo ha sido expuesto por Lazarus y Folkman (1984).
Si bien actualmente, en los círculos expertos, se asume básicamente el mo-
delo interacción ambiente–persona, nos es menos cierto que, en tales medios es-
pecializados, no ha dejado de pensarse, al tiempo, en personas estresadas ni en
ambientes estresores; ni tampoco ha dejado de utilizarse el constructo selyano de