Editorial UOC 95 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
En las posiciones centrales del continuo abundan las posturas moderadas (so-
cialdemocracia liberal, “tercera vía”, centro radical, liberalismo social, etc.), que
tratan de integrar componentes de las tendencias extremas.
Escoradas hacia el extremo derecho, aparecen orientaciones neoliberales que,
en conjunto, sostienen que existe un exceso de política pública, que funciona
como un lastre para el mercado y para la libertad individual. Su propuesta no pue-
de ser otra que la de liberalizar, desregular, mercantilizar, minimizar, flexibilizar,
adelgazar, agilizar y, si cabe, desguazar o desmantelar todo aquello que aparezca
como un factor de ineficiencia, burocracia, clientelismo político, despilfarro de
recursos, déficit público o degradación personal, laboral y profesional de personas
asistidas por un estado-nodriza, cuya política asistencialista las incita supuesta-
mente a la pasividad, a la dependencia, a la indefensión y, en definitiva, al para-
sitismo social de quienes aprenden a vivir de ella.14
Su opción positiva es el manejo del mercado de trabajo mediante políticas que
primen el papel de la economía y de la iniciativa privada en la línea de liberalizar
la interacción laboral de trabas administrativas y de flexibilizar y desregular los
contratos, los salarios y los despidos, todo ello en el marco de una política econó-
mica de fomento del crecimiento, de control monetario de los impuestos de las
empresas y de los salarios de sus empleados, así como de la inflación y del déficit
público, y de privatización de empresas públicas presuntamente ineficientes.
El neoliberalismo asume sin complejos que el mercado no garantiza la cober-
tura de muchas necesidades sociales elementales. No hay problema: para eso está
el benditoTercer Sector”. De carácter privado, no gubernamental y no lucrativo,
muchas ONG que funcionan de modo autónomo, voluntario y con fines humani-
tarios en los más diversos ámbitos (social, político, cultural, ecológico, sanitario,
educativo, alimentario, etc.) desarrollan actividades no monetarizadas de utilidad
social (ver Rifkin, 1996).
Este tercer sector cumple, de paso, la sutil, compleja y pesada tarea de llenar
los vacíos, remendar los descosidos, atar los cabos sueltos, enmascarar las defi-
ciencias y calmar la mala conciencia de un estado impotente y de un mercado
indiferente ante problemas sociales asociados al desempleo masivo y estructural
14. Sin embargo, desde esta postura no se han levantado voces críticas acerca del trato neo-keyne-
siano y providencialista que el ultraliberal gobierno estadounidense de G. Bush Jr. ha dispensado a
la crisis económica derivada del 11-S y que ha afectado especialmente a algunas (pobres) grandes
empresas.