Editorial UOC 91 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
El liberalismo no es una corriente homogénea. Incluye versiones radicales,
que reducen la política a la pura gestión de las reglas del juego social garantiza-
doras del libre intercambio (de ideas, personas, mercancías, etc.), y otras más mo-
deradas, que sostienen que la igualdad de oportunidades implica cierta garantía o
imperativo (moral o social) de la provisión de unos mínimos básicos para todos
los individuos.
Contemplada con perspectiva histórica, esta revolucionaria liberación jurídi-
ca de las cadenas de la servidumbre a las que estaban atados los trabajadores en
el antiguo régimen neofeudal presenta una doble cara: por un lado, la de un in-
equívoco paso adelante, hacia la emancipación humana y la liberación social y,
por otro, hacia la intemperie y la vulnerabilidad social, a las que quedan expues-
tos los trabajadores y sus familias, una vez desintegradas (a la par que el antiguo
régimen) ciertas formas arcaicas de protección social.
La conquista de la libertad individual de acceso al trabajo supone, en térmi-
nos sociales, jurídicos y psicológicos un salto tan importante como puede serlo
la Revolución Industrial en los planos económico y tecnológico. Su expresión
más palpable es la emergencia de una nueva categoría social: la clase obrera, li-
berada del yugo servil; pero al tiempo, como observa Castel (1995), desprotegi-
da y expuesta “a la peor de las servidumbres: la de la necesidad”.
En el régimen liberal-burgués, la libertad parece estar cortada más a la medi-
da de los intereses del capital que de los del trabajo. A este respecto, a lo largo de los
dos últimos siglos, y a través de sucesivos conflictos y pactos sociales, se progresa
hacia una cierta reequilibración de intereses (proceso que gestiona el estado social),
hasta que, en los últimos decenios, aparece con fuerza el fantasma de una nueva
quiebra del sistema de cohesión y protección social basado en el régimen salarial.
“El pensamiento neoliberal no es sólo un pensamiento económico, es primordialmente
un sistema político. Sus objetivos, así como su reproducción, exigen un discurso y una
práctica política que niega lo político. En realidad sostiene que los condicionantes eco-
nómicos internacionales determinan un camino único a seguir, independientemente
de la orientación política que gobierne. Siguiendo un tipo de determinismo económi-
co, se supone que las políticas neoliberales son las únicas posibles”.
Navarro, (1997). Neoliberalismo y Estado del Bienestar (pág. 21). Barcelona: Ariel.
Traducida a términos prácticos, esta consigna genera unas determinadas ex-
pectativas sociolaborales: dando rienda suelta a unos individuos egoístas y racio-