Editorial UOC 86 Teoría de las relaciones laborales...
los recortes de beneficios sin desatar la inflación, las economías nacionales y las
empresas privadas han actuado sobre los costes laborales desde comienzos de la dé-
cada de 1980, ya sea mediante el incremento de la productividad sin creación de
empleo (Europa) o rebajando los costes de una plétora de nuevos puestos de traba-
jo (Estados Unidos). Los sindicatos, el principal obstáculo para una estrategia de
reestructuración unilateral, se vieron debilitados por su falta de adaptabilidad para
representar a los nuevos tipos de trabajadores (mujeres, jóvenes, inmigrantes), para
actuar en los nuevos lugares de trabajo (oficinas del sector privado, industrias de
alta tecnología) y para funcionar en la nueva forma de organización (la empresa
red a escala global). Cuando fue necesario, estrategias ofensivas inducidas desde la
política reforzaron las tendencias laborales históricas/estructurales contra los sin-
dicatos (por ejemplo, Reagan ante los controladores de vuelo, Thatcher ante los
mineros del carbón). Pero incluso los gobiernos socialistas de Francia y España pro-
siguieron cambiando las condiciones de los mercados laborales, con lo que debili-
taron a los sindicatos, cuando las presiones de la competencia hicieron difícil
separarse demasiado de las nuevas reglas de gestión de la economía global.
Lo que hizo posible esta redefinición histórica de la relación entre capital y trabajo
fue el uso de las poderosas tecnologías de la información y las formas organizativas
facilitadas por el nuevo medio tecnológico. La capacidad de reunir y dispersar la
mano de obra para proyectos y tareas específicos en cualquier lugar y tiempo creó
la posibilidad de que naciera la empresa virtual como una entidad funcional. Desde
entonces, se trataba sólo de superar la resistencia institucional al desarrollo de esa
lógica o de obtener concesiones de la mano de obra y los sindicatos bajo la amenaza
potencial de la virtualización. El aumento extraordinario en flexibilidad y adapta-
bilidad que permiten las nuevas tecnologías opuso la rigidez de la mano de obra a
la movilidad del capital. Siguió una presión incesante para hacer la contribución del
trabajo tan flexible como se pudiera. La productividad y rentabilidad aumentaron,
pero la mano de obra perdió la protección institucional y se volvió cada vez más
dependiente de las condiciones de negociación individuales en un mercado laboral
en cambio constante.”
M. Castells (1997-2000), (pág. 342-343). La era de la información (vol. 1, págs. 342-343).
Madrid: Alianza.
A lo largo de su obra, Castells insiste en que el proceso de la flexibilización
no es único, homogéneo, necesario, inevitable ni universal, sino que se pre-
senta de múltiples maneras según los más diversos contextos. Efectivamente,
si bien entre los modelos más deslumbrantes y difundidos por los best sellers
del género, destacan el estadounidense, el japonés y el de la región denomi-
nada la Pequeña Italia; tras la estela de estos patrones clásicos emergen formas
diferentes de flexibilizar, no tan regidas por las coordenadas neoliberales y más
en consonancia con ensayos renovados de redefinición (que no de liquida-