Editorial UOC 61 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
más orientado a garantizar los beneficios del capital que a la solución de los pro-
blemas humanos, en el ámbito económico, social, político y ecológico, y tam-
bién más atento a los intereses específicamente estadounidenses que a los de los
países supuestamente “beneficiados” por los consejos y auxilios económicos de
instituciones como el BM o el FMI, cuyo accionista mayoritario y dominante es
nada menos que el Tesoro estadounidense.
También se acusa a este modelo de generar un deterioro de la política, de la
democracia, del Estado del Bienestar, del medio ambiente, de los derechos labo-
rales, del poder sindical, de la solidaridad internacional, etc., por la imposición
de la lógica del mercado, del dinero y del lucro; así como de la subordinación de
los principios de la justicia, la igualdad, la responsabilidad o la sostenibilidad a los
imperativos del crecimiento, la productividad, la competitividad y la rentabilidad
económicas. Se critica asimismo ciertos efectos manifiestos de esta forma de pen-
sar y de actuar, como la mercantilización de las relaciones internacionales, el
dumping social o la creciente precariedad del empleo, tanto en el tercer mundo
como en el primero. El modelo de globalización dominante en los inicios del
siglo XXI, a los ojos de sus numerosos detractores, aporta pocas soluciones para
los grandes problemas humanos y genera muchos problemas para el progreso
de la misma humanidad en su conjunto.
Obviamente, la globalización tiene sus defensores –en la calle, en la acade-
mia, en la empresa y en la política– que utilizan argumentos como los del pro-
fesor Sala i Martín:
“El debate sobre la globalización y la liberalización a menudo se plantea en términos
de «solidaridad». Se nos quiere hacer creer que quien está a favor de los mercados y
la globalización es una mala persona insolidaria, porque los «mercados sólos favore-
cen a los ricos». Por el contrario, se dice que uno es solidario y buena persona si está
a favor de las limosnas, de la condonación de la deuda internacional y de las políticas
públicas proteccionistas, planificadoras y aintiglobalizadoras.
La pregunta realmente importante no es quién es más bueno o más solidario, sino
cuáles son las políticas económicas que acabarán haciendo que los países pobres de-
jen de serlo.
La apertura de los mercados a las fuerzas de la globalización ha permitido a países
como Japón, Corea, Singapur, Hong Kong, Taiwan, Tailandia, Indonesia, Malasia o
incluso China alcanzar niveles de riqueza y bienestar casi milagrosos. Hay que decir
que el progreso de estos países ha comportado reducciones significativas de la pobre-