Editorial UOC 36 Teoría de las relaciones laborales...
tirlo en el principal valor de cambio; no inventa la propiedad privada, sino que
la sacraliza; no inventa la riqueza, sino que la propone como meta individual;
no inventa el ahorro ni la inversión, sino que los despenaliza ideológicamente,
exalta e impone como prácticas moralmente virtuosas; no inventa las relaciones
sociales de producción, sino que las ajusta al nuevo formato de la explotación
de la mano de obra por el capital; no inventa el crecimiento económico, sino
que lo visualiza como razonable, viable, deseable y progresivo.
En este marco, el régimen salarial conlleva no sólo la definitiva entroniza-
ción de la fábrica como proa de la civilización industrial y como paradigma del
espacio laboral, sino también la modificación de la estructura y de la vivencia
temporal de la misma actividad productiva. En los primeros compases de la im-
plantación social del trabajo asalariado como fenómeno de masas, se desenca-
dena un conflicto de intereses entre capital y trabajo en relación con el tiempo
laboral: el empresariado está obviamente interesado en la obtención de los ma-
yores resultados productivos, mientras que el proletariado se empeña en ocupar
laboralmente sólo el tiempo mínimo necesario para obtener un salario de sub-
sistencia, de acuerdo con la mentalidad dominante en el régimen anterior.
El contencioso se resuelve del lado del capital, que rebaja el nivel mínimo de
los salarios hasta límites que bordean la inhumanidad, para forzar una dedica-
ción laboral de jornada y semana completas. Con ello, además de minimizar los
costes del trabajo, alarga hasta el máximo físicamente posible el régimen de de-
dicación del tiempo laboral no sólo de las jornadas y de las semanas, sino tam-
bién de los años y de la vida de las personas.
Esta disciplinización del tiempo del trabajo se simboliza con la instauración
de un referente fundamental en la fábrica: el reloj de pared. A lo largo de los si-
glos XIX y XX, el sistema trata de reforzar este dispositivo de coerción espacio-
temporal de la fábrica y el reloj, armando a la vez la moral y la ideología del
personal asalariado con la doctrina liberalburguesa del amor al trabajo, en tanto
que fuente de riqueza individual y colectiva, valor de cambio y responsabilidad
social. En contrapartida, el movimiento sindical ha ido logrando cotas de hu-
manidad en el espacio y en el tiempo laborales, con mejoras sustantivas en las
condiciones de trabajo, en el salario y en el contrato, así como en el calendario,
la jornada, la semana y la vida laboral de las personas trabajadoras.
En esta época, la institución del trabajo asalariado, diseñada por la economía
política clásica y matizada por el marxismo y la socialdemocracia, llega ser el