Editorial UOC 299 Capítulo II. Actores y modelos...
nes están excesivamente descentralizadas o escasamente articuladas, no hay ga-
rantías suficiente de interlocución ni de cumplir los compromisos adquiridos.
Estos dos elementos (cobertura y centralización) son necesarios para una coor-
dinación fuerte de la política económica, algo que de hecho sólo ocurre en los
países nórdicos y Austria, considerados como los ejemplos más nítidos de es-
tructuras corporatistas fuertes.
3) Capitalismo contra capitalismo
En el fondo de esta cuestión está el debate entre distintos tipos de capitalis-
mo. Como observa Albert (1992; 1996), el capitalismo no es homogéneo ni mo-
nolítico, sino que tiene en su interior diferentes modelos influidos por patrones
culturales, tradiciones, costumbres, estructuras sociales e instituciones. En una
palabra, el capitalismo no sólo es una ideología, es también una práctica multi-
forme. Por consiguiente, lo que está en juego en el debate es el capitalismo con-
tra otro tipo de capitalismo.
Por un lado, encontramos el modelo liberal anglosajón, con una orientación del
capital, de los accionistas de las empresas y de las inversiones hacia el corto
plazo. Esto supone una forma de “capitalismo impaciente”(como lo denomina
Sennett, 2000) porque actúa en función de criterios de rentabilidad inmediata y
de acuerdo con los indicadores del precio de las acciones en la Bolsa. Este com-
portamiento del capital comporta un riesgo continuo para el empleo, porque se
ve sometido por la especulación, por las variaciones de los valores de la bolsa, por
la presión de la rentabilidad del capital a corto plazo y por la creciente competiti-
vidad. Incluso en las últimas décadas, esta orientación se ha acentuado más, a te-
nor de la extensión del denominado capitalismo popular. Otro elemento de este
modelo es la cultura individualista, que se refleja en todo los órdenes de actua-
ción, de modo que los sistemas de Seguridad Social se apoyan en el principio de
la responsabilidad individual. Trabajar duro, acumular méritos, movilidad social
ascendente y expectativas de enriquecimiento forman parte del mundo de valo-
res heredados de la ética protestante.
Por el contrario, el modelo renano (o del Rhin, porque estaría representado por
los países situados a la orilla de dicho río: Alemania, Austria y Bélgica) se carac-
teriza por una fuerte interdependencia entre instituciones sociales y economía.
Esto se debe a una tradición de pacto y colaboración entre capital y trabajo, lo
que supone una mayor cohesión social respecto al modelo anglosajón. El siste-