Editorial UOC 297 Capítulo II. Actores y modelos...
la negociación colectiva), como un modo de flexibilizar las relaciones laborales.
Así, este modelo inspira la argumentación de amplios sectores empresariales y li-
berales desde los años ochenta (y tiene un cierto peso en las recomendaciones y
directivas de la Unión Europea).
2) Neocorporativismo
La opción del neocorporativismo se define como un sistema de intermedia-
ción de intereses constituidos en un número reducido de organizaciones, lo cual
favorece la negociación centralizada y la interlocución con el Estado, que juega
un papel central como coordinador de la política macroeconómica, como ya he-
mos visto anteriormente. El neocorporativismo se apoya en la experiencia es-
candinava y germánica. Se nutre de otras tradiciones ideológicas donde tienen
mayor peso los valores de justicia social, equidad, cohesión social y otros de ori-
gen comunitario. En el debate político y estratégico de la convergencia europea,
esta línea argumental se apoya particularmente en el modelo de relaciones la-
borales alemán, fuertemente juridificado y amparado en el principio constitucio-
nal de “economía social de mercado”.
Una coordinación neocorporatista muy centralizada probablemente armoni-
zará las mejoras salariales generales (tanto de los de dentro como de los de
fuera), con las restricciones impuestas por el marco y el ciclo económico. La
centralización de las estructuras sindicales y la coordinación de la política ma-
croeconómica por medio de pactos sociales parecen más capaces de sustentar la
igualdad salarial, los derechos laborales y los derechos sociales, sin padecer los
efectos adversos del desempleo y de la inflación. Esto lo pone de relieve la expe-
riencia de los países escandinavos en las últimas décadas. En estos países nórdicos
no sólo no se manifiesta el declive de la afiliación sindical sino que aumenta.
La obra de Esping-Andersen (1992; 2000) nos ofrece las premisas generales
de la coordinación requerida por el neocorporativismo y por los sistemas de
bienestar. Las premisas de su argumentación estriban en que dichos modelos
dependen de la unidad de los asalariados y de la movilización del poder, lo que
proporciona distintos resultados redistributivos de las rentas. La centraliza-
ción de las estructuras del sindicalismo es una cuestión básica para la coordi-
nación de la política macroeconómica y la reducción de las desigualdades. Por
el contrario, la carencia de unidad de los asalariados, la fragmentación de su
representación y la descentralización de la negociación colectiva parecen con-